Por ALBERTO FALLA SANCHEZ Ex Juez de la República.
En Colombia está ocurriendo exactamente lo que históricamente ha ocurrido en regímenes totalitarios como Alemania Nazí y la fascista italiana Después de que Adolf Hitler asumiera el cargo como canciller de Alemania en enero de 1933, no tardó en comenzar a convertir el gobierno alemán en una dictadura unipartidista y en organizar el poder policial que era necesario para hacer cumplir las políticas nazis. Convenció a su Gabinete de declarar un estado de emergencia y puso fin a las libertades individuales, incluyendo la libertad de prensa, de expresión y de asociación. Las personas perdieron el derecho a la privacidad, es decir que los funcionarios podían leer el correo de la gente, escuchar conversaciones telefónicas y allanar domicilios particulares sin orden judicial. Para conseguir sus objetivos, Hitler también se valía del terror y del miedo. Atraídos por el pago, un sentimiento de camaradería y los llamativos uniformes, decenas de miles de jóvenes desocupados se pusieron las camisas marrones y las botas altas de cuero de las Tropas de Asalto nazis (Sturmabteilungen) o SA. Estos policías auxiliares tomaban las calles y golpeaban y mataban a los oponentes al régimen nazi. Por puro miedo a las SA, muchos alemanes que no apoyaban a los nazis se mantuvieron en silencio. “La única obsesión de Hitler era tener el poder” Alguna vez declaro Bernd Freytag von Loringhoven el último testigo de primera fila de los últimos meses del nazismo, con todo el conocimiento de causa: “Adolf Hitler no estaba loco en modo alguno. Era una persona brillante, con una cabeza bien ordenada y una capacidad memorística fuera de lo común. Tener el poder fue su único objetivo, su única obsesión. No tuvo verdaderos amigos y nunca permitió que nadie le disputara el poder, y del mismo modo que encumbraba a sucesores como Göring o Himmler, después los apartaba del mando y los neutralizaba, los convertía en figuras irrelevantes. Sin duda, el sufrimiento del pueblo alemán durante los años 1944 y 1945 no le importó en absoluto, y buena prueba de ello fue que apenas visitó los frentes de guerra ni las ciudades bombardeadas por los aliados en aquel periodo”. Para Feierstein, hubo dos factores principales que actuaron para que una parte de la sociedad alemana apoyara la segregación antisemita: el terror sembrado por el nazismo y las ventajas que podrían sacar de la aplicación de la legislación. El sociólogo asegura que esa instalación del miedo comenzó a operar con el correr del gobierno de Hitler: “1933-1935 se caracterizó por ser un fuerte período concentracionario. Cerca de 100 mil alemanes, en su mayoría disidentes políticos, fueron internados en campos de concentración, de los cuales el modelo fue Dachau y no Auschwitz, creado sólo después de iniciada Segunda Guerra Mundial. No fueron muchos los asesinatos en relación al número total de detenciones, se calcula alrededor de 500 a 1.000 personas asesinadas sobre un total de aproximadamente 100 mil detenidos, pero eso fue suficiente para instalar el terror en la sociedad”, señala. Por esta razón, dice, cuando se sancionaron las leyes antisemitas de 1935, “la resistencia social a esas nuevas pautas fue casi inexistente”.
Sobre las ventajas que podían obtenerse por el desplazamiento explícito de la población judía, Feierstein sostiene que hubo muchos sectores sociales que terminaron apoyando las leyes antisemitas para sacar rédito de esa persecución: podrían ocupar sus puestos de trabajo, tanto en la esfera pública como en la privada, comprar sus propiedades a un valor menor al del mercado y explotar a la población amenazada aprovechándose de sus necesidades, entre otras cosas. A través de distintas vías, el antisemitismo fue calando hondo en la sociedad alemana, y fue notable la influencia del aparato propagandístico de Hitler, a cargo de su mano derecha, Joseph Goebbels.
Para el historiador estadounidense Peter Fritzsche, en el libro “De alemanes a nazis”, la esfera pública fue fundamental para que los alemanes se integraran a las actividades nazis apoyando e incorporando, entonces, el antisemitismo. En su texto, Fritzsche describe la aprobación por parte de la sociedad hacia la discriminación a los judíos: “Miles y miles de berlineses marcharon hasta el aeropuerto de Tempelhof el 1° de Mayo de 1933, más de un millón de voluntarios participaron en la Winterhilfe, la campaña anual de caridad del Reich, varios millones de jóvenes más fueron reclutados en la Juventud Hitleriana, por lo menos ocho millones de alemanes se enrolaron en ligas locales de defensa civil, y nada menos que el sorprendente número de cincuenta y cuatro millones participó, sólo en el año 1938, de algún tipo de actividad recreativa patrocinada por los nazis”.
En medio del reclutamiento militar y civil del nazismo, hubo algunos movimientos de resistencia dentro de Alemania, como el de la “Rosa Blanca”, que se opusieron al régimen. “Rosa Blanca” era un grupo de estudiantes encabezados por los hermanos Hans y Sophie Scholl, que repartía folletos en los que manifestaba su repudio a Hitler y al nacionalsocialismo. En el sitio del Museo de la Memoria del Holocausto de Estados Unidos, explican: “La critica abierta del gobierno fue suprimida por la Gestapo y el Servicio de Seguridad del partido nazi, pero el gobierno de Hitler era popular con la mayoría de los alemanes”. Igual Mussolini en Italia. Los regímenes fascistas han dejado dramáticas secuelas en el mundo de los siglos XIX y XX. Hoy la amenaza no cesa. En pleno siglo XXI, los estrategas fascistas encuentran espacios para “actualizar” la ideología y los métodos de dominación. Las prácticas fascistas intentan modificar el comportamiento individual y ciudadano, provocando miedo, incertidumbre, humillación y división en la sociedad; para esto, se apoyan en técnicas avanzadas de represión y control. La masificación y centralización de los medios de comunicación y la sofisticación de la propaganda gubernamental, crecen en eficiencia y dramatismo. La ética, la estética y los valores existen a conveniencia de los dirigentes y centros del poder fascista. Lo que no sirve al fascismo es anti ético, anti estético y anti valor. Esta visión de ejercicio del poder (gobierno) motoriza el accionar ideológico, social, cultural y económico de toda institución de corte fascista. Violencia, miedo y humillación. El fascismo como ideología y movimiento político se asocia a la figura del italiano Benito Mussolini (entreguerras de 1918 a 1939). El término fascismo viene del italiano “fascio”, referido al manojo (“haz”) o fascio de ramas amarradas. Fascioes la fuerza del equipo, o la liga que lleva a la unidad. El fascismo promueve un corporativismo estatal totalitario, fuertemente militarista, y una economía centralizada que plantea la sumisión del pensamiento y la razón a la práctica de la voluntad y la acción (movimiento, creación o destrucción). En el ideario fascista destaca un nacionalismo exagerado, con culto a los valores patrios, el revanchismo y la confrontación violenta. Con un eficaz aparato de propaganda, aunado a un componente social interclasista y chauvinista, el Estado fascista adoctrina a las masas obreras, crea organismos de seguridad para-militares y cuerpos policiales represivos. Estos grupos e instituciones se encargan de “crear”, localizar y reprimir (aun con violencia extrema) a los considerados “enemigos del pueblo”, “vende Patria”, o “traidores”, y a todos a quienes ese Estado defina y señale como “enemigos de clase”, burgueses o “fascistas”. Los Estados fascistas rechazan ubicarse en el espectro político, como de izquierda o derecha. Hay varias visiones ideológicas del fascismo. La politología y ciencias sociales de orientación marxista ubican al fascismo en la extrema derecha, a veces como capitalismo “salvaje”, o socialismo de Estado. Algunos demócratas y social demócratas llaman fascismo a los gobiernos totalitarios, militaristas, centralizados, sin separación de poderes, con fuerte control comunicacional y paramilitar, con deterioro económico y baja productividad. Estos regímenes gustan auto ubicarse como de “izquierda”. ¡Usan la violencia, el miedo y la humillación ciudadana como recursos (auto justificados) de control! El miedo ha sido el instrumento con la que una burguesía dominante, una minoría de la sociedad, ha podido gobernar sobre una mayoría de la sociedad a la que se le ha excluido de las decisiones fundamentales, marginadas y explotadas, si derecho a participar en las riquezas del país, que viven en la miseria y sin posibilidades de tener una vida digna Esa clase política dirigente de derecha se ha hundido en una Corrupción sin límites, que ha afectado el apesto cultural de la sociedad, donde se acepta con resignación esa corrupción con frases tan indiferentes como “con tal que no me toque a mí”. El discurso que presentaba esta clase dominante para enfrentar la mancha de corrupción que se ceñía sobre ella, no era suficiente, se estaba perdiendo credibilidad, entonces había que utilizar otros métodos más drásticos para opacar los actos de corrupción de altos funcionarios públicos y por otro lado con esos actos de terrorismo logar medidas gubernamentales que justifiquen la represión y el control del resto de ciudadanos in conformes con el sistema, se acude pues, al miedo como medio de control social, igual que como lo hemos vistos lo hicieron la macis en Alemania y los fascista en Italia. Esperemos, las medidas que este gobierno implementara como las llamadas “seguridad Ciudadana” o “estatuto de antiterrorismo” que lo realmente persiguen es el dominio mediante el miedo y el terror para mantenerse en el poder. “La única obsesión de Álvaro Uribe Vélez es tener el poder” Debemos recordar que una sociedad sin miedo es una sociedad con la posibilidad concreta de ejercer libremente sus derechos democráticos
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