*¡Soy un rockero frustrado! Yo quería ser como Elvis Presley. Lo que más admiraba de él es que en la tarima inventaba, improvisa con su guitarra y yo lo hago con el acordeón, dijo en esta nota con Diana Estrella Castilla, que nos hizo llegar Delfín Sierra
Alfrdo Gutiérrez, quien estuvo de cumpleaños el pasado viernes, seré el invitado de honor esta tarde en los 1340 de La Voz del Caribe entre dos y cuatro de la tarde, en estos Especiales de Cuarentena que adelanta la emisora
Por Diana Estrella Castilla
A los seis años Alfredo Gutiérrez no tenía otra opción: para poder comer tenía que hacer lo que mejor sabía, tocar el acordeón y cantar. Y eso fue lo que hizo con su papá en los buses de Barranquilla y en los trolebuses de Bogotá. Así, de parada en parada y de bus en bus, se ganó la fama de “El niño prodigio del acordeón”. Pero, en 1958, su papá, su compañero de música y de vida, murió. Entonces, Alfredo, con 15 años, silenció el acordeón por seis meses y regresó a su tierra natal: Sucre. Recuerda que en esos días necesitó arreglar un acordeón y, para su sorpresa, el que los arreglaba, transformaba y les cambiaba los tonos a los acordeones era su ídolo de toda la vida, Calixto Ochoa. Para ir a verlo quiso vestirse con lo mejor que tenía, pero entre sus pocas pertenencias no encontró unos buenos zapatos, así que un señor que ampliaba retratos le prestó los suyos. El problema es que eran talla 42 y él hoy, a sus 75 años, calza 38. Cuando Calixto lo vio, le dijo: “Hey, muchacho, ¿de dónde sacaste esos zapatos de payaso?”. Se rieron y, desde ahí, Ochoa se convirtió prácticamente en su segundo papá, le abrió las puertas de su casa, le prestó sus acordeones y le presentó a Antonio Fuentes, dueño de Discos Fuentes.
Temas relacionados ALFREDO GUTIÉRREZ JUL 23 Alfredo Gutiérrez y la Cumbia All Stars, en el teatro Colsubsidio SUCRE JUL 18 Gran homenaje al autor de ‘El Troyano’ en Sincé (Sucre) Allí, Alfredo Gutiérrez, que nació el 17 de abril de 1943 en una casa de bahareque en el corregimiento Paloquemao, de Los Palmitos (Sucre), fue clave en la fundación de la emblemática agrupación Los corraleros de Majagual y desde la primera grabación el éxito llegó.
Pronto, su característica rebeldía salió a la luz y sorprendió a muchos. En los años sesenta, cuando apenas se estaba fundando el Festival de la Leyenda Vallenata, rompió las reglas: le metió acordeón a los porros y cumbias, y al vallenato le introdujo el bajo eléctrico. Y, como si no fuera poco, en los setenta decidió que tocaría el acordeón con los pies y lo ha hecho desde entonces. Sin duda, ha sido el más grande transgresor del género y de eso nacieron sus conflictos con Consuelo Araújo (La Cacica), fundadora del Festival, un evento que todos los años homenajea a un ícono del vallenato, pero que, hasta ahora, no le ha dado ese reconocimiento a su único “Tri-Rey”.
Con sus temas grabados: “Majagual”, “La paloma guarumera” “Festival en Guararé”, “Ojos indios”, “Anhelos” y “Se acabó quien te quería” (por nombrar algunos), consiguió ser uno de los más premiados de la música vallenata. Además de las tres coronas del Festival de la Leyenda Vallenata (1974, 1978 y 1986), entre sus logros se destacan tres Congos de Oro, en el Carnaval de Barranquilla, dos Trébol de Oro y un Califa de Oro, en México y cinco Guaicaipuro de Oro, en Venezuela. En Alemania, en 1991 y 1992, consiguió el título de Campeón Mundial del Acordeón, ganándoles a músicos formados en conservatorios, cuando él no había hecho ni un año de colegio. También obtuvo, en 2007, una nominación al Grammy Latino en la categoría Cumbia y vallenato.
Alfredo es uno de los últimos juglares vivos. Hoy vive en Barranquilla junto a su esposa, Cecilia Moscote, y su particular show no para. En la tarima brinca, baila, mueve muy rápido los pies y lo cargan entre tres hombres para que toque, descalzo, el acordeón.
Sentado en una mecedora en su casa tampoco está quieto, sus pies se mueven aunque esté sentado, aunque no esté haciendo nada. Dice que los años lo han hecho ser un poco más calmado, pero parece que la hiperactividad que lo acompaña desde niño le gana siempre.
¿Qué quería ser cuando pequeño?
De niño yo era veloz para correr y pateaba duro con la derecha, quería ser futbolista, y en la música, quería ser rockero. ¡Soy un rockero frustrado! Yo quería ser como Elvis Presley. Lo que más admiraba de él es que en la tarima inventaba, improvisa con su guitarra y yo lo hago con el acordeón.
¿Le gusta el rock?
Mucho, pero ese rock, el de Elvis Presley, el de The Beatles y The Rolling Stones, porque al igual que a otros géneros musicales en el mundo, a este también lo han dañado. El rock ese metálico no me gusta. También me encanta el jazz, en especial Louis Armstrong.
Eso es un poco raro en una persona que lleva más de setenta años con el acordeón y componiendo porros y vallenatos. ¿Qué recuerda de sus primeros años con el acordeón?
Desde niño crecí oyendo a mi papá tocarlo. Él era de La Paz, Cesar, y tocaba en los velorios cantados. A los cuatro años yo ya lo tocaba y mi papá ni se había dado cuenta. En mí lo del acordeón nació como nacieron los viejos juglares vallenatos o sabaneros, empíricamente, eso era algo que se daba. Cosa diferente a los acordeoneros de ahora que van a escuelas.
Desde luego, la charla es más extensa, pero ya no tenemos espacio
Gracias a Delfín Sierra, quien nos hizo llegar esta nota a la redacción
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