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Foto del escritorPepe Sanchez

Bicentenario: Colombia, pionera de la corrupción en América: dos colombianos los primeros

Actualizado: 2 nov 2020

Francisco Antonio Zea y Juan García del Río, este último colombiano residente en el Perú, fueron los dos primeros corruptos que hubo en América Latina




FRANCISCO ANTONIO ZEA
De nuevo cito a Úrsula Iguarán en Cien Años de Soledad cuando decía que el mundo andaba girando en redondo. Y así es, en efecto. De esto hablamos hace días,, a petición de uno de los redactores de Pepe Comenta, Alberto Buelvas Castro, pero ahora lo traigo con motivo del Bicentenario

Resulta increíble, pero fueron los colombianos quienes le enseñaron a América a robarse los dineros del estado. El 1822, lo hizo en Colombia Francisco Antonio Zea y en 1823, Juan García del Río en el Perú.


El profesor e historiador peruano, César Vásquez Bazán, nos cuenta lo siguiente:

Cuando aún no se consolidaba la independencia peruana en 1822, El General José de San Martín requería fondos para continuar con la lucha. Para ello solicitó al diplomático colombiano Juan García del Río y al médico inglés, James Paroissien que –con el cargo de ministros plenipotenciarios- viajaran a Londres a gestionar un préstamo.


El 11 de octubre de 1822, los negociadores contrataron con Thomas Kinder Jr. –vinculado a la empresa minera Pasco Peruvian Mining Company un primer empréstito por un millón doscientas mil libras esterlinas, al 6% anual. El interés se abonaría de manera trimestral y el capital se pagaría en 30 años, es decir, 40.000 libras por año. Pero los funcionarios tenían otros planes.


Investigando en las actas de las empresas mineras, se halló lo siguiente:

“Si bien el Congreso aprobó el contrato por ley del 12 de marzo de 1823, pronto recibió informes de actos irregulares de los comisionados García del Río y Paroissien. A la vez que actuaban como comisionados del Perú, pactaron negocios privados con el contratista del empréstito. Por ello, el Congreso ordenó reemplazar a ambos con un agente financiero, cargo para el que resultó designado el inglés John Parish Robertson.


Entre estos negocios particulares debe mencionarse la íntima relación existente entre los promotores y solicitantes de empréstitos con actividades especulativas en minería.

En el caso de Parish Robertson, éste operaba con Thomas Kinder y Robert P. Staples con quienes compartía intereses financieros en la Pasco Peruvian Mining Company y en la Famatina Mining Company.


Por su lado, los comisionados García del Río y Paroissien establecieron con un capital de un millón de libras esterlinas, proporcionado por inversionistas y especuladores ingleses, la Potosí, La Paz, and Peruvian Mining Associationde la que fueron nombrados presidente y vicepresidente, respectivamente. Ambos enviados de San Martín no tuvieron reparo alguno en anunciarse en el prospecto de dicha empresa como exministros plenipotenciarios del gobierno del Perú ante las cortes de Europa. Nombraron como agente en Lima a Francisco Álvarez Calderón.


La oportunidad de contratar el primer préstamo del Perú sirvió así para que García del Río y Paroissien trabaran relaciones particulares de negocios financieros y mineros con el grupo integrado por Kinder, Staples, los hermanos Parish Robertson y Antonio de Irisarri, representante diplomático de Perú y directivo de la Peruvian Mining Association.” Hasta aquí el relato del profesor Vásquez Bazin


¡Corrupción rampante y descarada! ¡Dineros que iban a servir para consolidar la independencia del país, quedaron en manos de particulares!

Ahora, le cedemos el turno al escritor Julio Hoenigsberg quien narra el triste episodio de Francisco Antonio Zea:


“El Libertador -señala el escritor Hoenigsberg- en su condición de Presidente de Colombia y sólo por serlo podía hacerlo, era quien podía extender poderes como lo hizo a Zea, para que gestionara empréstitos en nombre de la república naciente”.


Por orden de Bolívar pues, partió Zea hacia Londres con poderes plenipotenciarios. El objetivo era conseguir un préstamo para pagar una deuda existente con los comerciantes británicos que habían facilitado el dinero para la guerra de independencia, y traer el resto del dinero para Colombia. Las cosas, sin embargo, se dieron de otra manera.


Existía una deuda con empresarios británicos -como consecuencia de dineros que facilitaron los ingleses para la independencia y era necesario un arreglo de cuentas.

Zea era un hombre –según la Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional- “despilfarrador, nada suspicaz y con una generosidad extremada y ruinosa para los intereses del país”.


Zea tenía poderes plenipotenciarios otorgados por Bolívar y por ello, negoció la deuda en los términos siguientes: La deuda existente era de 140.000 libras más los intereses. Por ello, se entregaban a Zea otras 140.000 libras en obligaciones, que éste debería vender al 65.5%; con el producido de 91.712 libras, había que pagar los intereses iníciales, quedando ahora la deuda en 280.000 libras, más la tasa de interés ocasionada por este segundo préstamo”.


Todo no paró ahí. Zea, valido de los poderes negoció un tercer préstamo, ahora por dos millones de libras esterlinas y 20.000 libras que eran para él.


Sobra decir que tales dineros jamás llegaron al país pero…“Para garantizar el pago del empréstito, Colombia entregaba los derechos de exportaciones e importaciones, las rentas de las minas de oro, plata y las salinas, lo mismo que el producido por la venta del tabaco”.


Nunca se supo qué ocurrió con el dinero que debió llegar al país. Quienes tramitaron ese empréstito, Zea y “otros, recibieron en total 800.000 libras, pero el país tenía que pagar dos millones”, según se expresaron los historiadores.


Y así ese estigma de corrupción rampante ha sido el distintivo de este Bicentenario de la Independencia

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