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  • Foto del escritorPepe Sanchez

El niño y la virgen, cuento que nos trae Guillermo Nieto en sus Miércoles Literarios



Por: Guillermo Nieto Molina


EL NIÑO Y LA VIRGEN


“Una tarde borrascosa,

 toda llena de tormentos Y de ruido,

 se escucha la noticia dolorosa

que un niño se ha perdido”

 Cinco años tenía Demetrio Molina Arteta, cuando con su padre y tíos jardeaban ganado de Fraydomingo a las montañas de Hibacharo. Demetrio se quedó atrás en la espesura de la selva virgen. Sus pasos de niño muy cortos poco a poco lo alejaban del ganado y de los arrieros que a pie, y con las bestias de cabresteo, cantaban tonadas en versos y cuartetos. Demetrio sentía el eco de la voz en los montes de la selva tomó un camino equivocado y se internó perdiéndose su rastro. Al llegar a Hibacharo después de pasar la espesura de la selva donde dejaron el ganado para que no sufriera del cruel verano y gozará de un pasto fresco y jugoso. Sorprendidos notaron que faltaba Demetrio, no tuvieron tiempo de desmontar de sus bestias sin tomar café tinto endulzado con panela, se regresaron a buscar al niño perdido. “Con voluntad y con brío Se lanzan a buscarlo Los hombres del pequeño Caserío Con la intención de hallarlo”. Uno de los hombres regresa al caserío Juan de Acosta, y avisa la triste noticia, todos salen dispuestos a buscarlo. Abandonan sus quehaceres cotidianos y las mujeres lloran de pesar orándole a Dios por la suerte de Demetrio. El cura del caserío santigua al padrino del niño perdido, y lo anima a la búsqueda. “Salen al playón está el playón desnudo Solitario y mudo La soledad callada” La noche oscura arropaba con su manto la selva, el monte era totalmente diferente de noche, se sentía un peso descomunal y temible, las fieras al acecho rodeaban las tenues luces de cabitos de vela entre potes vacíos de leche en polvo que servían con sus reflejos metálicos y brillantes como espejos de lámparas para la oscuridad. Así también atrapaban conejos que por curiosidad se acercaban a la luz de las lámparas de pote de leche.

 “A orillas de un juncal lleno de abrojos

 Al fin le ven la huella

 Y se siguen por ella

 Queriendo alcanzarlo con los ojos. “

 Un tío del niño, Francisco Molina coronel, le mostró la huella a uno de sus compañeros, el compañero dijo: — no ,franco esa huella es de zorra patona.– contestó con tono escéptico . Caminaron todo el día encontraron en la espesura estiércol de tigre. Llegó la tarde con el primer aguacero de octubre.

 ” esa tarde el huracán furioso

 No lo pudo sacar de entre las breñas

 Porque,se que eres dueña

 de místicos misterios poderosos “

Toda esa noche llovió y al día, siguiente fue igual, los desesperados nativos del caserío declinaban en la fe de hallarlo, árboles inmensos de ceiba, guayacán, cedro , por el inclemente aguacero y huracán, fueron derribados y en el suelo parecían, gigantes abatidos por la desgracia del invierno . Francisco José Molina Coronel el poeta del grupo grito al cuarto día a la inmensidad de la selva

 ” escúchame madre selva

 dame lo que te pido

 el niño que te has cogido

 quiero que me lo devuelvas”

 Su voz recorrió como un rayo la espesura del monte, las guacamayas callaron , el turpial y guacharacas; guardaron silencio, hasta que el eco de la voz del poeta se perdió en los rincones de la selva . “Cuatro noches cinco días

Entre la montaña espesa

 Envuelto entre la maleza

 sin saber que mal corría “

 Ese día los perros que acompañaban a los nativos del caserío; se espantaron y como cobardes, en carreras abandonaron la misión de seguir la búsqueda, el miedo asaltó a los interesados buscadores. Uno de ellos del grupo el más anciano dijo.

— desviemos un poco la ruta los animales han sentido olor de orines frescos de León de melena. No lo olfateen mucho, les pude envenenar el espíritu de miedo y terror como a los perros.

 Francisco José Molina Coronel no perdió la fe continuó tras unas nuevas huellas que detecto en la tierra húmeda de la selva.

 — son huellas de zorra patona, a Demetrio se lo comería el León- – volvió a repetir el escéptico. Francisco José Molina Coronel siguió la huella y entre matorrales camuflado vio una especie de rancho o cambuche, allá se dirigió. Estos cambuches los hacían los cazadores para refugiarse del invierno y protegerse del tigre y el León eran altos , como una garita y se podía subir por medio de una escalera. Allí estaba Demetrio, tiritando de fiebre. Cuándo Francisco le tocó el pie sintieron un quejido como de perrito recién nacido buscando la teta de, su madre.

 — está vivo!!– gritó Francisco José Molina Coronel.

 El pequeño caserío brilló con la luz del milagro ; el cura celebró misa. Y en el sermón confirmó el milagro .Le dijo a Francisco José Molina Coronel

— suba al púlpito y cuéntenos a todos lo que le dijo el niño, los niños son Ángeles de Dios y un ángel jamás miente.—

 — al niño perdido lo socorrió una viejita vestida de azul con una gola blanca, el día que se perdió lo agarró de la mano y lo llevó a la casita en la, selva le preparó una camita, le daba de comer pitahaya y le llevaba agua en vasos de hojas de bijao. La virgen lo cuidó. — y agregó- – en la selva donde lo encontramos no puede vivir nadie más por su accidentada geografía, vegetación, y peligro de animales salvajes. “pero la Virgen María Lo sacó a una casita

 Y le arregló una camita

 Donde allí lo encontraría “

 La fiesta se prolongó varios días, mientras Demetrio mejoraba y disfrutaba de sancochos de pichón de palomas y conejos guisados que le preparaban las mujeres del caserío. Hoy después de setenta y cinco años de esta historia real .Recuerdo a Demetrio quien vivió 65 años, conservándose íntegro y soltero en el municipio de Juan De Acosta allí ocurrió el milagro del niño perdido que el poeta rescató con su fe.


Guillermo Nieto Molina

 Octubre 21 6:57 P.M

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