*Los habitantes del pueblo cambiaron su forma de ser, de solidarios, pasaron a ser agresivos. Dejaron de tener sexo con sus mujeres su rostros cambiaron.
Miércoles Literario, de Guillermo Nieto Los habitantes del pueblo cambiaron su forma de ser, de solidarios, pasaron a ser agresivos. Dejaron de tener sexo con sus mujeres su rostros cambiaron. El consumo de alcohol aumentó, dejaron de beber cervezas; ahora se empinaban las botellas de ron blanco y ron añejo. Discutían por cualquier pequeñez, dos hombres quedaron heridos graves por tropezar sus hombros en los andenes estrechos del mercado público. Se atacaron a machete. La tolerancia se perdió. Se impuso como nunca la vulgaridad, hasta el cura dejo escapar sus "carajos" e "hijos de puta madre" en los sermones, habituales de la iglesia; inclusive la liturgia fue recortada de tiempo, de una hora a treinta minutos. La depresión se apoderó de muchos en el pueblo; las mujeres no sabían que hacer, a escondidas se reunían para estudiar que les sucedía a los hombres. Nunca se había visto en el pueblo una situación tan agresiva y desesperante. Las abuelas y tatarabuelas de casi cien años pedía con camándula en mano al cristo de plata de sus escapularios. Decían: " no tenemos ni idea, nuestros hombres se notan barbones, cabellones de mal genio desesperados; Hasta los niños, esto parece una peste. Abundan liendras y piojos como granos de arena en las playas.
Cuando todo estaba por colapsar apunto de iniciar una guerra de todos contra todos, una mañana de agosto, la brisa arrastró un olor a colonia, agua de rosas, alcohol, menticol y talco perfumado.
El pueblo quedó en silencio, se escuchó el repiquetear de las tijeras. El cinzonte de la viuda Hercilia suspendió su canto. Las campanas de la iglesia repicaron a fiesta.
Una sonrisa se dibujó en los rostros de niños, jóvenes, adultos y ancianos. La cola fue impresionante, le dió la vuelta a la plaza como una gran serpiente enroscada y multicolor, para terminar justo en el calabazo de la salida del pueblo.
Todos querían entrar de primero al local del peluquero, dos meses exactamente sin tener quien los escuchará. Los rostros volvieron a sonreir, se veían distintos, las terapias con el peluquero los liberaba. El cura al entrar de nuevo al templo razurado y peluqueado se inclinó ante el santísimo , arrodillado le imploró a Dios con lágrimas en sus ojos, que por favor no le consediera más nunca vacaciones al peluquero, "porque un representante de Dios necesita ser escuchado y aconsejado,. Sin peluquero la paz sería amenazada por la desdicha."
Cuando se puso de pies pensó:
"Un pueblo sin peluquero, es un pueblo condenado a matarse, la puta y el peluquero son los depositarios del autoanálisis de un pueblo,mucho más profesional que nosotros los curas."
Guillermo Luis Nieto Molina
Noviembre 23 2019
9:58 pm
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