EL GRANDE INGENUO
Nadie da explicación de donde vino, ni la exactitud del tiempo que llegó, tampoco hay datos de su apellido. Simplemente al verlo, no había necesidad de preguntarle por su nombre, la sagacidad de la mente lo reconocía, como si ya existiera en nuestros recuerdos o como si en algún momento de nuestros genes, antepasados, ya lo hubiesen tratado. El Carlón, ese fue su nombre y era más que suficiente. Un metro noventa de estatura, brazos que terminaban por debajo de sus rodillas en unas manos grandes y ásperas, los pies de setenta centímetros de largo por treinta de ancho y su rostro serio ;de frente pronunciada, ojos saltones y pómulos sobresalientes con una dentadura intimidante. El Carlón parecía agresivo, era un hombre ingenuo y trabajador. Al verlo la memoria sorprendida veía en carne y hueso al hombre de cromañón. Su fuerza descomunal era reconocida en toda la región. Era contratado por los hacendados de la población para amansar toros bravos reses bravas, mulos, burros yeguas y caballos. El Carlón le pegaba un artesón con su buen pulso y por más arisco y bravo que fuese el animal al sentir el tirón se quedaba quieto y mostrando una docilidad exagerada. Su apetito como su hambre, era robusto, desayunaba con dos libras de cerdo acompañado de tres de yuca y dos litros de café con leche, sin endulzar. Al almuerzo dos libras de carne salada en viuda, una mano de plátano verde sobre hojas de plátano. Era su alimento preferido. El Carlón tomaba solo cervezas y los cantineros del pueblo le cobraban por adelantado, no querían correr el riesgo de tener que cóbrale cuando el Carlón se embriagara. Nunca se le vio agresivo su fuerza descomunal la liberaba en sus faenas de trabajo, talando con el hacha árboles de ceiba roja y Ceiba blanca, para él después de derribados era un honor caminar por encima de los troncos sobre la puyas de su corteza descalzo con sus pies salvajes y llenos de un cayo grande como plataforma. La esposa del Carlón no superaba los 1: 55 metros de estatura, nadie supo de cómo se enamoraron, en el pueblo se discutía muchas veces que ella vivía con él, más por temor que por amor. Tres hijas le parió María al Carlón. María, Inmaculada, Guadalupe. Era muy devoto cuando asistía a la iglesia verlos de rodillas era divisar un hombre común y corriente de usual estatura. El Carlón junto con varios labriegos negociaron diez hectáreas de tierras montañosas para cultivar; ellos desmontarían las montaña espesa a cambio de que los dejarán cultivar maíz, Ají, millo, patillas etc. La negociación como el cultivo fue un éxito, los compañeros del Carlón alquilaron burros para transportar la cosecha. El Carlón, no tuvo necesidad el transportó sobre sus hombros 35 bultos de ají veinte de yuca y quince bultos de maíz, en un recorrido de tres kilómetros al pueblo, desafiando arroyos humedales y caminos pantanosos. El Carlón terminó primero la tarea, que los burros alquilados por sus compañeros. María siempre lo acompañaba vivía en las afueras del pueblo en el sitio conocido como caño del viento. María enfermó, ya sus hijas de 13, 12, 11 años respectivamente le colaboraban en los oficios domésticos, María no se recuperaba, los arrieros que pasaban muy cerca del rancho siempre preguntaban por ella y por el Carlón. Una tarde Álvaro Jiménez, habitual campesino que recorría los caminos por el caño del viento, les pregunto a las tres jovencitas. Dijo: -- hija como está su mamá?
--mi ama murió al medio día- - contestó la jovencita mayor,
-- como va ser y el Carlón dónde está?
--apa está allá atrás en el bajo haciendo un hueco pa enterrarla-contestó la jovencita.
Hasta allá llegó Álvaro Jiménez, y comprobó que el Carlón ya llevaba dos metros de profundidad por medio de ancho por uno sesenta de largo.
-- aja Carlón que haces? Dijo Álvaro Jiménez.
-- el hueco pa que a María no se la coma el golero -- contestó.
-- no Carlón eso no es así regresa al rancho recoge a María y a tus hijitas y vamos pal el pueblo.
El sepelio fue al día siguiente la gente recogió dinero para pagar la caja y alquilar una tumba. El Carlón no sabía que apellido era María así que el alcalde ordenó al registrador, registrar a María; y al cura bautizar a El Carlón que también fue registrado por la oficina. Le colocaron Carlón Inocencio Guerrero Vidal. También registraron y bautizaron a sus hijas. A los ocho días de su viudez el Carlón partió de este mundo con nombre y apellido para siempre. Sus hijas apenas comienzan a entender las letras en las casas de sus padrinos el registrador y el alcalde. Sus hijas no conocían las letras. Nunca fueron a la escuela, su papá, el Carlón les decía
-- pa que aprender a leer y escribir hay es que tener fuerza y ser es honrado y trabajador, es lo que se necesita. Aprende a escribir el nombre sirve nada más pa prestar plata y pa morirse. –
Guillermo Nieto Molina Octubre 29 10: 50 A.M. Derechos Reservado
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