Roma enfrentaba una grave situación de orden público a causa de un intento de rebelión de los plebeyos, que acusaban al Senado de no ayudar a la solución de los problemas de Estado
Agripa Menenio Lanato fue cónsul romano en en el 503 A.C. y debió mediar en una lucha que se presentó entre patricios y plebeyos, cuando estos últimos se retiraron al Monte Sacro, descontentos con el Senado al que calificaban de “inútil y sobrante"
La historia se conoce a través de Tito Livio, quien en su obra Ab urbe condita -Desde la Ciudad- cuenta que los plebeyos molestos ante los intereses altos que se les cobraban y las continuas guerras, no habían podido pagar sus deudas, por lo que muchos de ellos fueron reducidos a la esclavitud.
Ante semejante coyuntura y con Roma en guerra con los ecuos, estos plebeyos, la clase pobre, decidieron abandonar la ciudad y establecer su campamento en el Monte Sacro, lo que representaba un verdadero desastre.
Aparte de exigir la inmediata condonación de las deudas, los plebeyos rechazaban al Senado, y decían que era una institución del todo inservible.
Ante tal conflicto, que amenazaba la total estabilidad de Roma y que podía desembocar en una explosión de mortal violencia, se decidió designar a Menenio Agripa, con plenos poderes para negociar con quienes protestaban.
Agripa, hombre de gran elocuencia y de una imaginación extraordinaria, se valió de una muy ingeniosa y bien estructurada parábola, para pacificar los plebeyos y hacer que retornaran a la ciudad.
Comparó al Estado con el cuerpo humano y contó que una oportunidad, todos los miembros se molestaron contra el estómago..
-No hace nada. Ese estomago es un perfecto inútil- dijeron.
Para castigar lo que denominaron la “holgazanería del estómago”, decidieron hacer lo que hoy se llamaría “huelga de brazos caídos”.
-Que se mantenga de aire- decían; trabajamos y sudamos como bestias de carga, y ¿para quién? Tan solo para el. De nada nos sirven nuestros afanes, mientras él vive a nuestras expensas. Hagamos como él hace; holguemos.
Este último trozo lo tomé de manera directa de Jean de la Fontaine, quien como muchos otros autores ,se hizo eco de la fábula del romano contada por Tito Livio
Las piernas, dejaron de salir a caminar para buscar alimento; las manos permanecieron quietas; la boca se cerró de manera absoluta y los ojos se cerraron para no ver alimentos. Así comenzó el “cese de actividades” en contra del estómago “ocioso”.
-Búscate tu tu propia vida- le dijeron Pero… ¡Cuán pronto se arrepintieron!- dice La Fontaine en su texto- porque poco a poco todos empezaron a languidecer.
-Los desdichados miembros quedaron enteramente debilitados. Faltos de nueva sangre, se debilitaron todos y los revoltosos se convencieron de que a quien llamaban ocioso y holgazán, contribuía tanto o más que ellos al bien común- Hasta aquí la narración del fabulista francés.
Tito Livio señala que entonces, los miembros del cuerpo entendieron con toda claridad cuál era la verdadera función del estómago: él también los alimentaba al enviarles, por igual, la sangre que elaboraba por medio de la digestión de los alimentos que recibía.
El estómago recibe pero devuelve con beneficios- dijo entonces el orador
Agripa logró su objetivo. Los plebeyos aceptaron al Senado como si fuera el estómago del país, advirtiendo que sin su concurso la labor que cumplía, todos desfallecerían y morirían.
¿Qué piensan ustedes, amables lectores? ¿Vale la pena que todos trabajemos para que el Senado en apariencia “no haga nada’ Por cierto que ganan un millón de pesos diario, es decir, 30 millones al mes
Comentários