La práctica, prohibida en 1349 por el Papa Clemente VI, continuó en España y fue traída a América y a Filipinas por los conquistadoree. Aún subsiste
En la España del Siglo XVII, estas manifestaciones fueron prohibidas por “orgiásticas, exceso en los consumos de licor y ventas de comidas, promiscuidad y faltas de respeto” Aquí, son consideradas patrimonio cultural
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La secta surgió en Perugia, entre 1259 y 1260, y pronto sus miembros ascendieron a miles. Los Flagelantes iban por las calles de los pueblos azotándose las espaldas e invocando a la gente a arrepentirse y a unirse a ellos en este castigo. El movimiento se extendió rápidamente por toda Europa y fue desarrollando rasgos violentos. En Europa del Norte, en Alemania y los Países Bajos, se volvió antisemita y la Iglesia y las autoridades laicas tuvieron que reprimir la cólera de sus integrantes en contra de los judíos, a quienes culpaban por los males del mundo, que se presentaron por haber derramado la sangre de Cristo.
Pero la aparición en Europa en el Siglo XIV de la espantosa epidemia de la Peste bubónica –O Muerte Negra- hizo que la secta de Los Flagelantes, tomara nuevas fuerzas. Prometiendo abstenerse de todo placer, soportando torturas y flagelaciones durante 33 días –en recuerdo de los 33 años de Cristo- ofrecían estas torturas al Creador, a fin de que se acabara esta mortal enfermedad contra la cual no había defensa posible.
Pero alcanzaron estos Flagelantes tanto poder, convencieron a tantos de que la verdad estaba en ellos que pusieron el peligro la autoridad papal. Por tal razón, El Papa Clemente VI emitió una bula en contra de ellos en 1349, y la Inquisición los persiguió con tal vigor que desaparecieron casi por completo.
Habían adquirido tanto poder, que ya podían determinar a qué pecadoress se les podía dar castigos y a quienes la muerte, convirtiéndose en una amenaza tan grave como la propia peste
SUPERVIVENCIA EN ESPAÑA
En España, sin embargo, Los Flagelantes –o Penitentes- fueron permitidos, si bien a finales del Siglo XVI, el propio Rey Felipe II, quiso exterminarlos y ordenó al arzobispo de Sevilla, Cristóbal de Rojas, hacer una investigación sobre las actividades de la secta.
El prelado, le indicó al monarca que la agrupación había desbordado los límites de lo religioso y ahora sus manifestaciones eran una verdadera fiesta pagana, en las que se vendían “comidas y bebidas en exceso con aumentos de promiscuidad y faltas de respeto”.
Las procesiones, que se hacían Jueves Santo por las noches, fueron trasladadas para el Viernes Santo durante el día, a fin de que pudieran ser controladas, pero algunos, creen que la verdadera razón fue ahorrar el gasto de cera, necesario en las jornadas nocturnas.
Lo cierto de todo, es que estas práctica pervivieron en España hasta cuando Carlos III, en febrero de 1777, las prohibió de con toda severidad manera definitiva. En apariencia desaparecieron con la prohibición real, pero siguieron manifestándose de forma furtiva hasta mediados del Siglo XIX.
Pueblo conquistador y dominante, España extendió estas manifestaciones hacia sus dominios de ultramar: Costa Rica, México, Filipinas y Colombia (Santo Tomás, Atlántico).
En ese municipio, muchos se quejan de que no hay fervor religioso; dicen que es sólo rumba, tal como sucedía en la España de finales del Siglo XVII. De hecho, desde muchas partes del país, se organizan paquetes turísticos, para que los ansiosos pueden asistir al espectáculo, pudiendo encontrar licor, comida y otros goces en abundancia.
Claro que es muy improbable que estas prácticas puedan prohibirse: son tradiciones culturales populares y contra eso, nada puede la ley por rigurosa que sea.
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