Bueno, hemos llegado al final del debate que adelantó el entonces Representante a la Cámara, Jorge Eliécer Gaitán, en torno a los terribles sucesos que aquel funesto 6 de diciembre en las Bananeras. En un telegrama que el embajador norteamericano Jefferson Caffery dirigió al Secretario de Estado de Estados Unidos, dijo que eran mil los muertos durante la acción del ejército, ordenada por Carlos Cortés Vargas.
“Tengo el honor de informar que el representante en Bogotá de la United Fruit Company me dijo ayer que el número total de huelguistas muertos por el ejército colombiano superó el millar”. Hoy 6 de diciembre, 90 años después de la masacre, aún hay colombianos que a pesar de toda la evidencia mostrada durante el debate, sostienen que todo fue un “mito” y que hay “exageraciones en torno”.
Gaitán, se refirió también a la posición del presidente de la república, Miguel Abadía Méndez, quien justificaba el hecho culpando a los obreros:
“Ya habéis oído leer [honorables senadores y representantes] la alocución del señor Presidente de la República. Habéis oído cómo allí se dice, hablando de los obreros, que ellos perpetraron ‘verdaderos delitos de traición y felonía, porque a trueque de herir al adversario político, no vacilan en atravesar con su puñal envenenado el corazón amante de la Patria’. Decidle, señores, al taciturno Presidente de la República que aplique estas palabras no a los obreros, que fueron las víctimas, sino que las aplique a los militares, a los cuáles él les ha hecho el más inconcebible elogio. Que el señor Presidente de la República se levante sobre la tumba de los sacrificados para escupir su hiel y su veneno, cuando por simples sentimientos de humanidad tales vocablos le estaban vedados ante la majestad de la muerte y del dolor, es cosa que causa ironía y que muestra las lacras de la mentida justicia humana. Y que no hable el Presidente de la República de hechos políticos, aquí donde sólo hubo por parte de los militares pecados contra los artículos del Código penal. Y en esa alocución misma habéis leído el elogio férvido, el elogio ilimitado que el señor presidente hace a quienes sólo merecen el dicterio de los hombres que tienen en estima los sentimientos esenciales de la bondad”. Ahora sí, saquen ustedes sus propias conclusiones
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