*Las bonanzas como las masacres han caminado de las manos de los pobladores y forasteros del pueblo Aldea Grande
Guillermo Nieto Nos cuenta en su Miércoles Literario que
Las bonanzas como las masacres han caminado de las manos de los pobladores y forasteros del pueblo Aldea Grande . El dolor, el horror, y la tristeza de tanta represión, se fue mutando en indiferencia. Indiferencia a todo; hasta de su propia desgracia. La población se multiplicó en un valle rodeado de ciénagas frente al mar caribe. En 1529 ocurrió su primera tragedia iniciándose el negro presagio que la acompaña hasta nuestros días. El fray Tomás Ortiz, recorrió ocho leguas para colonizar y evangelizar con el látigo de la opresión; a los aborígenes que ya existían, mucho antes de la colonización cruel y despiadada, de los errantes y abusivos españoles. Les cambiaron su Dios, sus rituales, sus pócimas, sus plantas milagrosas. El Dios del invasor era muy diferente al sol, la luna, y la naturaleza, según los catequistas les hablaba desde un libro grande y pesado que en ese entonces solo lo entendían unos desalmados con sotana que violaban sus hijas e hijos menores . Esclavizadas sus mujeres, les colocaban penitencia dolorosas y de alto grado de crueldad si se negaban a obedecer al Dios impuesto por los desconocidos. Pudieron soportarlo, sometidos al ultraje y perdida de sus tierras y tradiciones, lo lograron, tristemente validos por la indiferencia. El dolor se mitigaba al ser indiferentes a él. Se impuso la fuerza, los invasores traían unas armas que votaban fuego por la boca destrozando los pechos y cabezas de los más fuertes, decididos a defender su territorio. El grito de los asesinos se escuchó y ha sobrevivido hasta los tiempos actuales en horribles pesadillas con imágenes que despiertan al soñador de estos tiempos con el fulminante grito: " por nuestro Dios, vete a los infiernos". El pueblo indígena no fue sometido se dejó someter escudándose en la indiferencia. El tiempo y los años volaron, levantando sus alas en los polvorines de la Aldea Grande. La bonanza visitó sus tierras del llamado oro verde procedente de Asia. Siembras en inmensos terrenos de banano; que de manos de invasores extranjeros despojó de sus tierras a humildes campesinos de la región. Obligados por gringos; venerados como dioses por los dirigentes locales. Perdían sus tierras y como recompensa eran esclavizados a laborar en condiciones infrahumanas, con un bajo salario, horas extensibles de trabajo arduo; bajo el inclemente Sol y la fría Luna . Los obreros reclamaron. Con una huelga pacífica de un mes, intentaban por un pliego no muy extenso de peticiones mejorar el salario y su calidad de vida. Sus armas eran la fe impuesta en un Dios incrustado en sus antecesores. La compañía americana no cedió. Amparadas en el estado servil de la época, y todas las épocas. Para proteger a el extranjero, movilizaron tropas y la orden fue disparar a matar. En ésta ocasión no fue un frayle de sotana, fue uno de los nuestros, de apellido Cortés Vargas quien dio la orden de fusilar a los obreros bajo el grito de : "Muerte a la revolución " la…
La bonanza volvió a tocar las puertas de Aldea Grande. Esta vez sin pasar tanto tiempo, llegó vestida de negro, como el alma de los que la extraen para comercializar; destruyendo capa vegetal, y atrofiando el crecimiento de animales y erosionado el medio ambiente. El carbón descargado frente al mar; contaminante de sus aguas, provocador de migraciones de variedades de peces ;también ha sido impuesto y los protagonistas no han cambiado . Invasores extranjeros, Estado, lideres asesinados, sigue imperando la indiferencia. En Aldea Grande 491 años de indiferencia los mantiene vivos. Sin este ardid de la memoria, el dolor los consumiría. Se ha enraizado tanto la indiferencia que muy pronto cuando alguien muera, le va a tocar al muerto cavar su propia sepultura, cargar el mismo su ataúd y enterrarse. Antes, Colocará como epitafio postrero " la indiferencia nos trajo hasta aquí. Ahora seré libre."
Guillermo Nieto Molina. Enero 30 4:15PM
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