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  • Foto del escritorPepe Sanchez

Miércoles Literario de Guillermo Nieto: nos cuenta cómo algunos viven Sin Miedos

Historias cercanas al Cementerio Calancala

Miércoles Literario de Guillermo Nieto

Miércoles De ocho de la noche a tres y treinta de la madrugada, vestido de un conjunto blanco inmaculado, moda tipo safari, Carlos vendía jugos  en un kiosco, diagonal al hospital Universitario,muy cerca de medicina legal, sin necesidad de ir al mercado los tenderos le vendían lo necesario para su negocio al regreso del mercado en horas de la madrugada, o simplemente llamaba a domicilio a negocios especializados en servicio de mercancías a kioskos  y tiendas de turnos nocturnos. Carlos, santandereano de "pura cepa" como el mismo se describía, fue testigo de muchos casos paranormales contados por los taxistas.  Siempre se acercaban al puesto de ventas para tomarse un tinto,  comprar un cigarrillo, tomarse un café con leche, una cerveza, un jugo de borojó, -- de los puros,de fruta con leche-- no como los jugos que venderían camionetas atendidas por venezolanos veinte años a futuro,-- diría la gente,--" los hacen con conchas de guineo y plátano verde cocidas por eso son tan baratos." Un trago de aguardiente doble era lo que le gustaba a William Granchil después de recorrer la ciudad, llegaba donde Carlos por lo cómodo, y silencioso del lugar,otros taxistas se dirijan con sus  vehículos a un sitio conocido como la pared,detrás de un cementerio popular de frondosos árboles, allí muy cerca de los muertos la música los mantenía despiertos y alegres; a los muertos,y a los vivos. Sitio muy concurrido,servicio de veintycuatro horas para lavar todo tipo de vehículos. Lugar donde nunca se ha podido comprobar si  vendían o venden drogas, una veces se veían jóvenes como zombies llegar al lugar y desaparecer como muertos o quizás muertos que se saltaban la tapia motivados por la música para comprar un tabaco de marihuana,importandoles un carajo, que la droga los trajera de regreso a la vida,  y así caminar la ciudad, pedir dinero a los vivos y regresar. Al final estar vivo o muerto, era sufrir un estado  de secuestrada ansiedad. Por lo bullanguero del lugar era mejor llegar donde Carlos, y luego ir a lavar el carro después de tomarse un trago pata de gallina(doble) de aguardiente. Allí también a esa hora; dos de la mañana, llegaban otros taxistas los cuales se conocían entre sí por el código de la  radio  frecuencia  otorgado por las centrales radiotelefónicas a las cuales estaban afiliados para realizar sus servicios.   Williams Granchil, saludo a Carlos una vez abrió la puerta de su taxi, allí  estaban sentados en unas bancas construida con estibas abandonadas por bodegas de almacenamiento. Eran tan cómodas y bien manofacturadas que a un descuido cualquiera se dormía, la cabeza descansaba completamente en el espaldar. Allí,  sus amigos taxistas, el 625, el 733, el 2011. Se estrecharon las manos. Fué el 733 quien le preguntó a William Granchil,: -- Jefe ¿Usted fue él que salió en la prensa local y televisión nacional?,  ¿verdad lo espantó las novia de puerto?. -Ombee mijo, --contestó William Granchil-- Sí, fijate,yo no creía en espantos y ocho días antes hasta me burlaba, cuando pasaba con pasajeros por la vuelta del diablo, ahí apagaba las luces del carro y todos gritaban de miedo. --Pero a que horas te salió , cuenta bien ombee-- dijo el 2011. --Bueno, cojánla suave, Carlos sirve el trago, que estos manes quieren saber cómo fue la película de horror. Carlos en una copa de vidrio sirvió el aguardiente hasta rebosar.  William, prosiguió. --- Era sábado, eran las siete de la noche, a esa hora tenía la tarifa del alquiler del carro, o sea no llevaba preocupación de nada. Yo voy, veo una mujer vestida de blanco, con un chaleco beige, un bolso negro grande, la mujer se acomodó la tiranta del bolso en su hombro derecho, y con el brazo izquierdo hizo la señal respectiva de pare. Yo coloqué las luces altas del taxi, sus ojos los vi nítidos achinados,color café ,el rayo de la luz no le molestó.  Me miró fijamente sentí un frío que recorrió mis venas como buscando respuestas a algo .Yo bajé un poco el vidrio de mi puerta me parquie, del lado de ella y pensé decirle" niña que tienes estás enferma"  pues pensaba que la señora venía del kiosko del parador de la cerveza que está sobre la autopista al mar;pararela a la antigua vía a puerto. Cuando miré por el retrovisor, dispuesto a abrir la puerta trasera, descubrí que no había nadie. Una oscuridad aterradora iluminaba el lugar. Entonces pensé " mietdaa ésta es la muerta que sale;es la novia que tanto hablan los compañeros taxistas". Arranqué el carro en el cambio de tercera  velocidad,arrancó brincando del miedo como  estaba yo su conductor. Esa misma noche a las doce en punto me solicitaron un servicio de la base naval a puerto y no fuí capaz de hacerlo. Me dió fiebre durante quince días. Le tomé temor a las noches. Algo fatal pa mí ya  que vivo de trabajar de noche. --- Vea compa--- dijo el 625--  a usted no le pasó naá, yo duré un mes sin hablar por una zipote  vaina rara que me pasó. -- Cuente-- dijo nuevamente el 733.-- -- ¿Se acuerdan del apolo11? -- Sí-- contestaron en coro-- prosiguió -- Era como la una de la mañana, yo estaba disponible en toda la puerta del establecimiento, con los vidrios arriba, porque había mucho humo de cigarrillo y hacía frío. Fué en un mes de diciembre, los taxistas en esa época usábamos chaquetas, de cuero como los galanes de las películas que se exhibían en el cine Metro y Colón. Un tipo muy buen mozo me tocó el vidrio del lado del pasajero, lo acompañaba, una mujer blanca de hermosa cabellera negra, ojos negros de mirada cautivadora. El tipo buen mozo, fresco, como acabadito de bañar, me preguntó. -- Compa,  ¿ Cuánto la lleva a ella, --señaló a la mujer,-- a Murillo con 35? -- Tres mil pesos, le dije, me pagó enseguida con  diez billetes de doscientos y dos de quinientos , recuerdo que estaban recién salidos los de doscientos,le decían "los cafeteros", y dos billetes de quinientos," los pargos rojos, "  cuando arranqué sentí un olor a jazmines y flores deliciosas en el carro;por momentos ese olor cambiaba a olor de flores de muerto, trate de conversar con la mujer y no lograba verle la cara su cabellera le ocultaba el rostro, solo se veía el brillo de sus ojos negros. Yo estaba convencido que el destino era la empresa de transporte intermunicipal y departamental la cual se ubicaba en esa dirección, en toda la esquina. Al llegar le dije" ¿es aquí? La mujer contestó. -- No señor, a su izquierda, ahí en la placita frente al cementerio déjeme. La avenida Murillo en ese entonces no tenía separadores, cruzé y pensé" está vieja se va a fumar un tabaco," nojoda tan bonita y mete droga. Al llegar,a  la plaza oscura y tenebrosa, la mujer me dió las gracias y me deseó un próspero año, era diciembre. Ahí fue mi sorpresa y terror quien le abrió la puerta,  y la recibió,fue el mismo tipo que me la embarcó en el Apolo11. Cuando la mujer se bajó y el tipo simpático cerró la puerta se me desaparecieron. Arranqué como pude, al llegar a la carrera 38 perdí el habla y entre en shock de fiebre y delirio, precisamente cuando abrí la chaqueta a organizar los billetes,los billetes que llevaba en la mano se convirtieron en  diez huesos como de dedos grandes,y dos más pequeños . Un mes sin hablar ,fiebre insomnio, y si notas todavía gageo y mi voz es ñata. -- Nojoda 625,  esa vaina que te paso, me pasa a mí y me muero loco! -- dijo el 733. El 2011 se rascó el pecho, se acomodó en la silla de madera de pino de las estibas abandonadas por las bodegas de almacenamiento,creadas por un carpintero de corta y clava. Exclamó en tono pausado: --- Vea  mi hermano, a mí me fue también feo, me salió el ciclista. --- Echè,como es la vaina cuenta pa ve--- dijo el 733. ---Jueves santo, venía de Santa Marta, tres de la mañana, cupo lleno,después que pasé ciénaga traía una velocidad de 120 kilómetros por hora, y me pasó un tipo en una bicicleta nuevecita de aluminio, vestía un uniforme nuevo de color azul y blanco, la bicicleta se veía nuevesita de rines destellantes como de aluminio, los tres pasajeros que traía en el asiento trasero, se despertaron por el frenón;  el que viajaba a mi lado me dijo ¿si viste lo que yo vi? Bajé la velocidad, a doscientos metros había un camión varado sin señales, el ciclistas me salvó la vida. Pa mi es un ángel que le avisa a uno los peligros. --Uuff carajo!! --Dijo el  733. --Y continuó-- yo no he visto nada pero si me he impresionado con unos vecinos que llevé una vez a Manatí , donde un curioso que sanaba a la gente con el poder de José Gregorio Hernández, --que según dicen--es un viejo que fue médico, sale en unas estampitas vestido de entero azul y con un sombrero. La vecina mía había perdido la vista ya tenía como quince años ciega y otro vecino se le salía el brazo del hombro, las colas para la consulta,  eran larguísimas, me pagaron mi tiempo. Vea mi hermano la señora salió de ahí viendo perfectamente hasta las monedas de cincuenta centavos y de a peso,las veía en el oscuro. Y el vecino del brazo salió derechito sin dolor y lanzó tres piedra en curva, rápidas y rectas como todo un pitcher profesional de las grandes ligas. Pero mis llaves, ese milagro duró solo tres días,. A los tres días la señora quedó de nuevo ciega, y el vecino fue llevado de urgencia a operarse el hombro. Vainas raras que pasan. El reloj marcó las tres de la mañana, todos sudaban a esa hora había brisa fresca y decembrina se miraron a los ojos extrañados.  William Granchil se disponía a tomarse el trago servido y sintieron un ruido en el techo de zinc del kiosko. El 733, dijo: Vámonos de aquí no vaya ser,los muertos estén por aquí, oyendo nuestra conversación. William Granchil no se tomó el trago, arrancó detrás de los compañeros en camino al lavadero de la pared. Dejó el valor del trago en el mostrador. Nadie pudo escuchar cuando Carlos dijo: -- Partida de pendejos, les da miedo vivir cerca de los muertos, yo no tengo miedo de vivir y atender  los vivos, voy a cerrar ya es hora de volver a mi tumba en el cementerio. Guillermo Luis Nieto Molina Septiembre 19 2019 Arjona Bolívar. Derechos Reservados.

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