De niño lo alquilaba la mamá para los pesebres cambiando el color de sus cabellos a rojizos cobre, después de aplicarle Dioxogen.
Vivir con unos ojos que no son de su agrado lo acompañó siempre. Vivir así para Félix Zenón , era como vivir en oscuras. Félix Zenón el tercero de ocho hermanos nació de piel blanca ,cabellos negros como el azabache, y ojos azules tan azules como el mar en verano. De niño lo alquilaba la mamá para los pesebres cambiando el color de sus cabellos a rojizos cobre, después de aplicarle Dioxogen. Así fue creciendo y sus ojos azules se convertirán en la atracción para todo aquél que los mirara. Para él esos ojos no eran más que un estorbo, para ser quien nunca pudo ser.
Félix Zenón, en su pubertad alcanzó los uno setenta de estatura, con una dentadura ordenada sincronizada tallada por el gran cirujano de la vida, que es especialista en todo.
Félix Zenón recibió indicaciones de su mamá cuando cumplió los diez y seis años. Le dijo:
-- Mijo vete para Barranquilla en el bus de las cuatro de la mañana y llegas al barrio el prado a vender estos cincuenta cocos casa por casa.
Félix Zenón cumplió con la orden. Era el barrio el prado el más bello barrio de Barranquilla con arquitectura única y de calles amplias y bulevares verdes y florecidos.
Félix Zenón gritaba :
--Cocooo, dulce los coooocoos--
Su voz se agarraba a los vientos que venían del río Magdalena y penetraba por las ventanas amplias a las habitaciones grandes donde se repetía su eco ,coocoo, cooocoo.
Las mujeres de la época muy rescatadas al vestir siempre con sus faldones acampanados; y sus corpiños justos ,rodeadas de unas fajas en lienzo amarradas como túnicas postreras, salían a comprar los cocos pero su objetivo era sólo recrear sus miradas en sus ojos azules. Esa mañana no fue la excepción ya casi terminaba de vender los cocos cuando una linda muchacha de cabellos rubios que había venido del extranjero de vacaciones. Al verlo con el saco de coco al hombro , y quedar hipnotizada por sus ojos exclamo´:
--que ojos tan lindos y tu vendiendo coco!, con esos ojos estuvieras en Hollywood de actor de cine.
Félix Zenón regresó a su casa más temprano de lo esperado por su mamá, la madre sorprendida lo abordó y le dijo:
--ahí mijo te fue bien, llegaste temprano vendiste todo, ni el saco vacío trajiste para atrás.
-- no mamá ni que naa´ yo vendí una parte la otra la boté con todo y saco en un tanque de basura ,yo con estos ojos azules no puedo andar vendiendo coco. -- dijo Félix Zenón.
Desde ese día comenzó su tristeza, lo llevaban a tirar machete, por jornal a las fincas cercanas y lo rechazaban diciéndole " con esos ojos tan bonitos y vas a tirar machete" .desesperado se fue para Valledupar a recoger algodón y allá el capataz al verlo le dijo
-- sálgase de la fila usted con esos ojos azules daña la pulpa del algodón.
Así regresó a su pueblo Juan De Acosta, de allí se fue a Santa Verónica era un mes de diciembre el mar se veía azul como una gran manta de peluche. Cuando el mar miró Los ojos de Félix Zenón se perturbó y sus aguas se pusieron turbias y fangosas.
Los moradores le dijeron a Félix Zenón
-- no vuelvas por aquí tus ojos mortifican al mar.
Muchas veces lo invitaron de cacería, sus ojos azules, reflejaban una luz diáfana en la oscuridad, los conejos y armadillos se rendían a sus ojos ;también dejarían de invitarlo a cazar, después de tres horas de muertos, los animales capturados se ponían azules.
Félix Zenón no pudo asimilar tanta opresión se compró unas gafas oscuras, con esas gafas se casó. Así pudo evadir el servicio militar, se dedicó a tejer mochilas las enviaba a vender con otros. No se dejó ver más sus ojos azules. Sus hijos nacieron. Para él fue gratificante que todos sacaron los ojos negros de su mamá. Al paso raudo del tiempo cuando sus hijos crecieron próximos a casarse les advirtió:
--Ni se les ocurra darme nieto de ojos azules , esos ojos cargan a cuestas la desgracia de un hombre y sus sueños
La noche que murió Félix Zenón salió al patio de su casa se acostó en la hamaca con un fuerte dolor en los ojos se quitó las gafas miró al cielo y el cielo se fue llenando de un raro color azul.
Esa misma noche su tercera hija en trabajos de parto, embarazada de mellos, ponía a correr a la partera. En el cuarto oscuro a través de la piel de la embrazada se movían y le seguían a todos lados cuatro lucecitas azules.
Después de una generación los mellos enfrentarían el mundo con los ojos azules de su abuelo.
Guillermo Nieto Molina
Noviembre 13 8: 41
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