No se manchó con oro pero tampoco con sangre dijo de él José María Vargas Vila, el escritor bogotano que fuera su más encarnizado adversario
El 4 de agosto de 1886, el presidente de la República, el cartagenero, Rafael Núñez Moledo, decide anunciarle al país lo que desde unos años antes había estado preparando: Acabar con la Constitución de Ríonegro, dejar de ser liberal, darle gran beligerancia en su gobierno a los conservadores, e imponer a la Iglesia católica como guía del Estado.
"La Constitución de 1863 ha dejado de existir", dijo y según la Enciclopedia, Biografía y Vidas, Fundó entonces el partido nacional con amplias mayorías conservadoras y convocó un reducido consejo de delegatarios, orquestados por él y Miguel Antonio Caro, para crear un nueva constitución. ".
Desde luego, los liberales no iban a perdonarlo. ¡Traidor! Culpable único de haber entregado el poder a los contrarios, el conservatismo con quien venía disputándose a muerte el dominio de Colombia siempre en campos de batalla marcados a sangre y fuego, dice Pedro Acosta, en nota publicada en El Espectador, el 25 de septiembre 1994, que le gritaban los liberales de la época,
Pero quizá su peor adversario fue el crítico José María Vargas Vila, el más duro de los escritores panfletarios que ha producido América. De Vargas Vila, la Revista Iberoamericana, en su Vol. LXXXI, Núm. 252, Julio-Septiembre 2015, 731-739, señala lo siguiente:
Vargas Vila era en verdad un militante apasionado de las causas de la libertad y la justicia social. Odiaba toda forma de opresión y sentía aversión arterial hacia los tiranos. Es posible que más que un liberal o un radical intransigente, este polémico personaje fuese un anarquista, un nihilista, un desbocado adversario de todas las formas de autoridad y poder Pero antes que todo eso, Vargas Vila era un hombre de pluma que gozaba con todas las energías de su corazón derramando a torrentes las obsesiones, amarguras y agonías delirantes que se estrangulaban en lo más profundo de su alma.
De Rafael Núñez, en su libro, Los Césares de la Decadencia, José María Vargas Vila escribió[
RAFAEL NÚÑEZ, pertenecía a la raza triste de los tiranos filósofos; era déspota por hastío; excedía en cantar el Enojo, tanto como en poseerlo...Su alma, era un lago taciturno, sobre el cual, reinó el Aburrimiento, como Soberano; habiendo encontrado frente a su ambición, una oligarquía de mediocres, cuyo amor apasionado por la Libertad, no tuvo igual, sino en su culto apasionado por la mediocridad, resolvió asesinarla; y, esa oligarquía de la Virtud, cayó bajo el puñal de un demagogo; Núñez, la asesinó;
Pero no paró ahí la diatriba del escritor bogotano. La vida personal del mandatario también fue cuestionada de manera burlona y acre en escritos públicos, recopilados en 1907 en el libro, Los Césares de la Decadencia, y en tales notas, ridiculizó a Soledad Román, el gran amor de Núñez:
-Llegó viejo a la Omnipotencia, y no supo qué hacer de ella; incapaz de amar el Poder, por el Poder, no lo usó sino para la Venganza; la lascivia, fue la pasión de su vida, y, a ella entregó su vejez, que el Poder ya no alcanzaba a consolar;su última querida, vieja libidinosa y mediocre, lo arrojó de bruces en la Traición; y, fue traidor como Antonio, por la potencia del sexo;
Según cuentan los historiadores, Rafael Núñez le puso precio a la cabeza del escritor:
.La respuesta gubernamental fue inmediata: se ofreció recompensa por la captura de Vargas Vila, vivo o muerto, dice Darlos Vidales.
Por su actitud crítica al gobierno y sus constantes escritos panfletarios el presidente Rafael Núñez puso precio a su cabeza , lo que obligó a Vargas Vila a exiliarse en Caracas. afirma Colombia Informa el 25/05/2015
Pero aquí, como en la Perrilla de otro integrante de la Regeneración, José Maniel Marroquín, Es flaca sobremanera,
toda humana previsión,
porque en más de una ocasión,
sale lo que no se espera
Rafael Núñez, vituperado, zaherido, odiado, recibió -y lo que es más llamativo, de parte José María Vargas Vila, el peor de sus enemigos, el mejor elogio que político alguno en Colombia haya recibido jamás. No manchó sus manos de sangre y tampoco las ensució con el robo -Despreciaba el oro, tanto como a los hombres, y, si se deshonró en la Tiranía, no se dignó deshonrarse en el robo; El robo una virtud de Estado; y tuvo el raro valor de renunciar a esa virtud; su querida y sus seides, todos se enriquecieron; él, quedó pobre; Frente al oro, Núñez se conservó Poeta- afirmó el escritor bogotano en los Césares de la Decadencia. El asesinato, no formaba parte de su programa, y si no retrocedía ante él, no lo hizo dogma integrante de su política;:no tuvo por el Verdugo el culto del cual Reyes ha hecho una Religión; no lo sentó a su mesa, ni lo declaró sagrado, como los delatores de Domiciano; el único asesinato político de su Gobierno, fue Rafael Reyes quien lo cometió, alzando la horca de Prestán, para sacrificar en ella, al último colombiano digno de ese nombre en el Istmo, veinte años antes de venderles ese Istmo a los yanquis- agrega Vargas Vila en su libro.
¿Mayor elogio para un político colombiano?
Si quien fuera su más terrible y encarnizado contradictor, su más encarnizado flagelante le hizo tales elogios, la Historia de Colombia, los Liberales y la propia Regeneración, tienen que absolverlo por los errores políticos que hubiera cometido
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