Alberto Buelvas Castro nos cuenta este sueño que tuvo -cuya historia contó en el 2013- en el cual el Museo Romántico desaparecía y era absorbido por la Casa del Carnaval (Que parece ser lo que se plantea hoy, cuando el comején ha hecho de las suyas en los archivos dejados por Alfredo de la Espriella)
Para Pepecomenta, de Alberto Buelvas Castro
El Destino de un Museo…
Tuve un mal sueño el otro día. El Maestro fallecía y muchos de los “historiadores” de Barranquilla se peleaban como perros hambrientos por un hueso, sus escritos y archivo personal.
En medio de la barahúnda llegaron unas camionetas de las llamadas 350 con personal muy interesado en todas las cosas del Carnaval. La orden Expresa era que todo aquello con sabor a cumbia, noche de faroles, guacherna, congos, marimondas, joselitos y garabato debía ser embalado y subido a los carros. Entraron y metieron en cajas lo que era y lo que no era El chofer preguntó por la dirección y le dijeron:
-Allí cerquita antes del Tomás Arrieta, de la acera derecha.
Y se fueron raudos bajando por la 54. Otros, ávidos de lo ajeno, pero experimentados pescadores en río revuelto, metieron mano y armaron sus cajas para ellos llevar también de lo que aún quedaba.
Había llantos de dolor por la pérdida de la vida del maestro y la saqueada de lo que él como pudo preservó y amó hasta sus últimos días…
Todo había vuelto a la aparente calma y aún quedaban algunas cosas que eran guardadas en los espacios medio vacíos de lo que se habían llevado.
De un momento a otro llegaron nuevamente los mismo de las 350´s y la orden era cargar con todo. Hubo gritos, argumentaciones legales que los encomendados del oficio de llevar y trastear no le prestaron atención y cada elemento fue cargado en los carros. En esta ocasión el chofer preguntó:
- ¿Pa ´llá mismo? Y le respondió uno que hablaba por celular, más que novia con plan de voz ilimitado. Interrumpió la llamada y escupió:
- No, coges la misma vía bajando, pero busca la 46, pa´los laos de Fedecafé.
Y así se llevaron todo, lo que ese sitio tenía. Solo quedaba el féretro del Maestro acompañado por los de siempre.
De un momento a otro recibieron la visita de uno de los “duros” de los vecinos, quien dio de forma parca su pésame y empezó a recorrer las vacías instalaciones. A su paso tomaba una que otra foto de las estancias, anotaba en una libreta y daba golpes con los nudillos de sus dedos como probando la resistencia de la estructura, tal cual como quien va a comprar, se interesó por las instalaciones eléctricas y tomó fotos de sus controles. Regresó de nuevo a la sala donde se hacían las honras fúnebres.
El recién llegado se fue a donde una de las más allegadas al Maestro. La separó del resto y estando en un rincón le dijo algo en voz baja, al oído, casi en secreto. Cuando el recién llegado cerró sus labios y dejó de mascullar lo que decía, la mujer depositaria de la nueva información pegó un grito diciendo:
- ¡Ayyy! Dios mío ahora si acabaron con todo.
Acto seguido, la mujer quedó sin aire y se desmayó, nadie pudo saber que dijo el vecino recién llegado.
Al día siguiente los de siempre, acompañados de muy pocos salieron con el cortejo fúnebre hacia un cementerio de la ciudad. Atrás solo quedaba desolación y muerte, la misma que ahora iba contenida en el ataúd que llevaba los restos del Maestro.
Por: Hezkryva Vyem
Julio 15 de 2013
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