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Foto del escritorPepe Sanchez

Un Sermón de las Siete Palabras en Barranquilla, o las risotadas de la farsa diaria

Actualizado: 9 abr 2020

Se mezclan y caben todos: Ultraderecha, lzquierda, Corrupción, Delincuencia común y demás.


Todos los días en nuestra ciudad, se reviven esos últimos tormentosos momentos de Cristo en la cruz, y sus frases son pronunciadas de nuevo.

Esa mañana, al levantarse, Benjamín sintió que se ahogaba. Unas tenazas de hierro parecían querer partirle la garganta y un sudor frío, le hacía temblar por completo. Como pudo, logró asearse, vestirse y caminar hasta la EPS más cercana.

-Sea valiente, mi querido amigo. Ud. ha sido infectado por el coronavirus– le dijo el facultativo que lo atendió tras tres horas de espera en la Sala de Emergencias de la Clínica- y como estamos en un caso de calamidad pública,la ley le entrega unas medicinas y queda enseguida aislado de todos.

-¿Y aquí mismo me entregan las medicinas?- preguntó Benjamín

-No todas, mi amigo, no todas. Es cierto que estamos en una emergencia, en una calamidad pública, pero hay algunos medicamentos que por ser costosos, no los cubre el POS (¨lan Obligatorio de Salud) Tendrá Ud. que comprarlos- le dijo el médico, -Dr. pero ...Y si estoy aislado y en Cuarentena .Cómo salgo a comprarlos? ¿No hay forma de que me los traigan a casa? Estamos en plena pandemia- dijo Benjamín preocupado. -No sabría decirle. No sé si la EPS o la Alcaldía tengan ese servicio- le contestó el facultativo. -Dr, pero….¿La salud no es un derecho fundamental? Creo que el POS debe cubrirlo todo- dijo Benjamín. -Debería ser, pero no es –respondió el médico- porque cuarenta y nueve Honorables Representantes negaron ese derecho en la Cámara. Todos ellos uribistas y pastranistas. Eso es lo que se ganan ustedes los electores votando por la Derecha.

Benjamín salió del edificio de la EPS, pensando en un prestadiario para poder pagar el costo de los medicamentos que le fueran formulados, al tiempo que reflexionaba sobre esta decisión de los parlamentarios, que era una condena a muerte para los colombianos. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, pensó recordando la primera frase de Cristo en su martirio de la cruz.


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Aquel 30 de enero en la madrugada, José Martínez y Franciscvo Bermúdez, cruzaban aceros escritos a través de Facebook, el uno defendiendo la paz lograda por el presidente Juan Manuel Santos con las FARC y el otro, diciendo que respaldaba a Alejandro Ordóñez y que el  "debemos hacer trizas el tal acuerdo". -Los guerrilleros mataron, violaron, atentaron contra la economía del país volando oleoductos, secuestraron en las carreteras, cometieron todo tipo de delitos y...¿Ah? ¿Su premio va a ser la impunidad? Porque no hay castigo- decía Bermúdez. -Compadre pero es que Ud. no puede querer la guerra. Eso es peor. Nuestros familiares  prestando el servicio en una guerra en la que se defiende al capital y a los malos manejos, a la política corrupta y a un grupo de parlamentarios que ganan 30 millones mensuales sin hacer un carajo- respondió  Martínez. -Es que esos guerrilleros tienen que pagar sus culpas así como hicieron los paramilitares. Pero ¿Curules en el Congreso y libres de todo pecado? Eso no puede ser. Esa no es una verdadera paz- replicó Bermúdez. -Pero yo no quiero esta guerra que vive Colombia. Son nuestros hijos y sus hijos los que tienen que salir al frente a matarse. mire todos los muertos que ya van en el país- dijo Martínez. De improviso, un corte de luz, y una espantosa explosión, una detonación infernal y un monstruoso olor a pólvora por todo el sector. -¡Por Dios! El ELN acaba de hacer estallar una bomba en la estación de Policía de san José- gritó Bermúdez saliendo a la calle. -Vamos a ver qué ocurrió- le dijo Martínez. Todo era horroroso. Ruinas, paredes de cemento destrozadas, sangre, mucha sangre y por doquier, cuerpos mutilados y brazos y piernas destrozados, esparcidos por doquier. -¡Malditos...! ¡malditos guerrilleros de mierda....!- gritó Bermúdez enloquecido al ver aquel espectáculo, digno de la pluma de Dante Alighieri.

-¿Y esta no es la guerra que ustedes quieren? ¿No están tratando de acabar con el acuerdo de paz para que los guerrilleros de las FARC vuelvan al monte?- preguntaba Martínez. Y mientras tanto, mientras a través de las redes sociales se debatía entre la guerra y la paz, uno de los policías caídos en el patio de la dinamitada estación del barrio san José, sentía que moriría en breve. Sentía un dolor insoportable en su pierna derecha, pero esta ya no hacía parte de su cuerpo. Estaba hecha pedazos y formaba una masa sanguinolenta, un espantoso amasijo de carne y huesos, unos metros más allá. -En verdad en verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso- le contestó con voz entrecortada, casi un susurro, uno de sus compañeros caído de cúbito dorsal en el devastado patio, quizá pensando en la segunda frase del Redentor en la Cruz

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La noche anterior, don Luis, un comerciante santandereano –dueño de una de las más importantes tiendas del sector- recibía felicitaciones por el grado de su hijo Omar, quien había estudiado Economía en una de las universidades locales. -Lo felicito, don Luis- le dijo Pedro, uno de sus vecinos y clientes, asistente a la fiesta- porque ahora este muchacho, no tendrá que fregarse tanto como Ud., desde las cuatro de la mañana detrás de un mostrador. -No, Pedro –contestó el tendero con una amarga ironía- eso no es así. Es mejor estar detrás de un mostrador, que detrás de un político para que le consiga un puesto en el gobierno porque en la empresa privada no hay. Los puestos en las empresas, son para los niños bonitos de la ciudad y los cargos públicos, para quienes tienen votos- añadió. Cinco meses después, tras haber recorrido todo el sector privado y tocado las puertas de la política, Omar llegó una tarde donde su padre, descorazonado y desconcertado. -No sé qué ocurre, pero no hay nada que hacer. Para nada me he graduado porque no hay trabajo- le dijo lloroso, e impotente ante la realidad. Don Luis, sonriente y compasivo, le señaló la puerta de entrada a la tienda. -Aquí tienes tu empleo, le dijo- recordando la tercera frase de Cristo en su padecimiento. Hijo, ahí tienes a tu Madre: Madre, ahí tienes a Tu hijo”


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Por la tarde ese mismo día, Alfredo , feliz, se dirigía al Fondo Privado de Pensiones, a fin de tramitar su jubilación. Tras 23 años de trabajo, pagando semana a semana su cuota obligada y haber cumplido los 65, esperaba ahora, a su retiro forzoso por la edad, hacer el gran viaje de su vida. Se iría con su esposa a la frontera con Brasil, a disfrutar de la belleza y misterios del Río Amazonas. -Señor, Ud. no tiene derecho a pensión. Es cierto que tiene 1250 semanas cotizadas, pero el capital guardado es apenas de cuarenta millones de pesos. Los Fondos Privados de Pensiones tenemos una legislación especial y no estamos obligados a jubilarlo. Lo que podemos, es devolverle la platica que Ud. ha ahorrado con nosotros- le dijo el elegante empleado que atendió su solicitud. El estupor, la rabia, la frustración, el dolor y un deseo infinito de matar, se apoderaron de Alberto, quien no obstante, conservó su aparente calma. Llamó por el celular a su amigo, el abogado Peñaloza, para exponerle su asunto.

-Es que fue un error haberte ido para ese Fondo de Pensión Privada. Ellos, como empresa, tienen  una legislación aparte que les ha permitido el gobierno, pasan por encima de la Constitución y no hay norma que pueda contra sus manejos- le dijo el doctor Peñaloza. -¿Nada qué hacer entonces?– le preguntó Alberto -Nada, compadre. Sólo recibir el billetico ese y disponerse Ud. a hacer cualquier cosa para sobrevivir. No recibirá ya más mesadas, no le darán trabajo en ninguna parte y lo que es peor, quedará por fuera del Sistema de Salud. Ud., va a tener que hacer quien sabe qué para poder sobrevivir en lo que le que le quede- le dijo entonces el abogado. Solo, todavía con hijos menores, sin dinero ni posibilidades de conseguirlo y sin poder aspirar a un empleo, Alberto sólo quería morir. -Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonado? –preguntó mirando al cielo, recordando la cuarta frase de Cristo antes de su muerte


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Las Empresas Públicas de Barranquilla, fueron privatizadas en 1990, pretextando el presidente César Gaviria y el Gobernador del Atlántico, Arturo Sarabia Better, que el Estado era un pésimo administrador y que además, la corrupción imperante había despedazado a la entidad, desde el año de 1969. -Si no se crea una nueva entidad para la prestación del servicio de agura en Barranquilla y en esta nueva entidad no está representada la empresa privada, el Gobierno Nacional no dará un sólo peso para superar los problemas de agua potable que hay allá- dijo el vocero de la Presidencia, Antonio Navarro Wolf, para la época, ministro de Salud.

Hubo que aceptarlo. Por los malos manejos y por los altos costos que se requerían para purificar las aguas de un río que venía podrido, tras haberse convertido en la gran cloaca nacional, se necesitaba el auxilio del Gobierno Central.  Caso contrario, el servicio de acueducto en Barranquilla tendría que suspenderse. No había manera de operarlo, sin dinero. Se hizo. Fue elaborado un contrato que nadie jamás conoció y el acueducto con todas sus redes, su esquema de trabajo y sus datos, pasaron a poder de una empresa privada, cuyos socios no fueron revelados a la opinión pública. Sólo se supo que algunos eran españoles y otros criollos. Tampoco se supo cuanto pagó esa empresa privada por los activos de las EE.PP..MM. y mucho menos por qué no asumió los pasivos y mucho menos, porque no cancela la mesada de los jubilados. Esas cantidades las asume el Distrito. -Bueno, ahora se podrá garantizar un servicio de agua con claridad, diáfano y sin que la plata que pagan los barranquilleros se pierda- dijo el presidente Gaviria en ese entonces. Pero.... Ahora se supo hacia donde iba a parar los dineros que pagan los barranquilleros por las altas tarifas que cobra la Triple A. El exgerente Ramón Navarro, ha sido acusado por la apropiación de casi nada: ...¡Veintisiete mil millones de pesos! que se perdieron en la entidad. Eso, sin haber hecho balance de lo sucedido en los veinte años anteriores.  Dagoberto Moreno, habitante de la Chinita,  andaba muy triste. Le cortaron el servicio de agua pues no pudo pagar a tiempo la  elevadísima tarifa mensual que la entidad le cobra.  A nadie le importó que el país estuviera padeciendo en pleno el ataque del coronavirus, que requería lavado de manos con abundante agua y jabón para evitar el contagio. Los operarios -cumpliendo con su obligación- cortaron el servicio. Sin darse cuenta, Dagoberto pronunció la quinta  frase  del Redentor en su Martirio.

--Tengo sed- fue lo único que logró decir pensando en los dineros que se perdieron en la Triple A 


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Para Norberto, no había otra salida que Miami. Luego de que su jefe político – a quien le había puesto 104 votos en las pasadas elecciones-- le dijese que tenía otros compromisos y que necesitaba su cargo para una persona diferente, deambulaba por las calles de Barranquilla, sin poder conseguir trabajo.. Un préstamo aquí, una dádiva obtenida por allá y la ayuda de un amigo, le permitieron conseguir el tiquete, el pasaporte y una visa de turismo, con lo que un día cualquiera de enero del 2005, llegó a Miami. Al principio, las cosas no fueron bien. Su compadre Coco Arbelas –quien lo recibió y hospedó por unos días- le conseguía faenas como el lavado de los inodoros en restaurantes y refresquerías y sacar a la calle la basura de las casas de los ricos. Eso, desde luego, no era lo que había soñado. Un  día, sin embargo, todo cambió -Compadre, yo no había querido decirle nada, pero hay unos chilenos que me han propuesto cierto negocio que yo no puedo hacer, pero que para Ud. es muy fácil- le dijo el Coco Arbelas. Y era en verdad muy fácil. Norberto sería contratado por una discoteca en condición de animador y presentador de los shows, por lo cual recibiría 20 mil dólares por dos meses. La negociación en el papel, no obstante, contemplaba que el colombiano, percibiría 300.000 dólares por los dos meses. Norberto, debería traer esa suma a Colombia, entregarle 280.000 a una empresa dedicada al negocio de la Cosmética y regresar después a los Estados Unidos. Ya había una porción de dinero bien “lavada”, es decir convertida en “honesta”, cuando en realidad provenía de la venta de cocaína. ¡Negocio redondo! Pero a su regreso a Miami, Norberto fue capturado en el aeropuerto. Coco Arbelas, quien había caído preso primero, hizo un arreglo con autoridades estadounidenses y denunció a su amigo, en un acto de cooperación con la justicia, que le permitió quedar en libertad. Hoy, en su quinto año de reclusión en un  penal norteamericano –fue condenado a doce que le rebajarán a ocho por buena conducta- violado en su masculinidad en múltiples ocasiones, el barranquillero piensa en su esposa, quien ya está en una nueva relación amorosa con un hombre algo más joven que él, en su hijo, drogadicto y fletero, con antecedentes penales por robo y homicidio y en su hija, dedicada a la profesión de prepago –prostitución disimulada- para poder comer y pagar los gastos de la Universidad. El político que le dio y le quitó el empleo, continúa en su curul en el Senado de la República. “Todo se ha consumado”  - exclama desde la celda.  La misma expresión de Cristo en su sexta sentencia.


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Casi desde el vientre de su madre, Alias Gatopuerco sabía que la vida no le ofrecería futuro y muchos menos grandes oportunidades de éxito. Su padre, poseía un carro de mula que apenas les proporcionaba para el  mínimo sustento diario,  para comprar la botella grande  de ron barato y la porción diaria del denominado” basuco patrasiao”, la más barata especialidad entre las drogas psicoactivas. Para Gatopuerco, no había posibilidad de colegio –del que tuvo que salir para ayudar a su padre desde los diez años- y mucho menos de los finísimos zapatos y ropa de marca que veía en los almacenes de El Centro o la 72. Ir al Metropolitano a ver jugar a la Selección era como querer llegar hasta el sol dando brincos y tener una camioneta como  la del cachaco de la tienda…Bueno Pero ese carro, ahora parecía mucho más cerca. -Viejo Gato, la vaina está de papayita. No le voy a armar un  video con eso y vamos a ganar buenas lucas con la nota, mi vale- le dijo un día el Virgulo , quinceañero como él, quien había sido su compañero en el colegio, y ahora socio y cómplice en la droga y el alcohol. Lorena, una cuarentona dueña de un inmenso salón de belleza, y a quien le gustaban los jovencitos, manejaba una gran cantidad de dinero, vivía sola y jamás salía acompañada a parte alguna. Gatopuerco debía hacerse amigo de ella, conocer cada uno de sus movimientos ganarse su confianza y luego dar el golpe, que los dejaría, si no “hechos, por lo menos planteaos y con luquitas”, como dijo el Virgulo. Para Gatopuerco aquello fue una lotería. Lorena se convirtió en su despensa, y aparte de maravillosos y singulares momentos de amor, de deliquios asfixiantes y arrebatadores que lo transportaban a otros mundos, empezaron a llegar los zapatos de marca, las camisas de última moda, un Blackberry, un tablet e invitaciones s los buenos restaurantes de la ciudad. -¡¡¡Hey locoooooo!!! ¿Cuándo es que vamos a jodé a esta vieja? Tu en la nota, pura pinta bacana, todo mono… ¿Y yo en la puta olla?– le preguntó un día el Virgulo. Gatopuerco tomó sus precauciones. Vivía su mejor momento, estaba al máximo del “disfrute, de la jodedera, de la bacanidad y esto no lo voy a perder”. Por eso, a la mañana siguiente, cuando Lorena salía a consignar seis millones de pesos, unos motorizados de la SIJIN, interceptaron al Virgulo, quien se defendió disparando, sólo para caer abatido a balazos unos metros más adelante. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, alcanzó a decir Gatopuerco luego de que los hermanos del Virgulo, le dieran quince puñaladas en una calle oscura, camino que siempre tomaba para ir a la casa de Lorena,. Con esa frase, finalizaba su agonía y también la de Cristo en el Monte Calvario entre los Dos Ladrones

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