+"Vea Señora, Lo bailao nadie se lo quita y vaya por su penitencia, que si no borra el pecado, por lo menos empata" dijo Jacinta
Narrado por Ricardo Alberto de León
Era el Miércoles de Ceniza de 1956, 15 de febrero para mas señas. como todos los Miércoles de Ceniza, Jacinta la cocinera mas veterana de la Casa Grande, llegó con su cruz en la frente y los ojos brillantes de alegría. Alrededor de la robusta morena, se reunían los demás miembros de la servidumbre que compartían con ella, las andanzas de la fiesta de Carnaval en la Barranquilla de mediados del siglo pasado. Como era la costumbre, los dueños de la casa solían disfrutar de una manera sofisticada, la fiesta del Dios Momo, con un baile de gala en el club, en fiestas amenizadas por orquestas que interpretaban música europea y norteamericana. El domingo por la tarde, lunes y martes de carnaval, era libre para las personas que trabajaban en Casa Grande, lo que aprovechaba el personal del para irse a las ruedas de cumbia y fandango que se organizaban en una ciudad que apenas empezaba a tener conciencia de su condición de futura metrópoli.
Doña Carlota, la patrona, siempre estuvo cerca de los barullos que armaban sus empleados cada Miércoles de Ceniza y no era extraño que hasta indagara por las particularidades de aquellos festejos populares. Así se enteró de "El Disfraz" que le sacaban a cada personaje de la pujante villa, que hubiera dado papaya; de como un capuchón le había dado la posibilidad a la Seño Carmen, recocida docente en San Roque, de cuadrar sus finanzas, porque el municipio , que no respetaba a sus maestros, pretendía pagarle con cajas de ron que había que reclamar en FALA, en Barranquillita. "Un capuchón de mono cuco, una varita y una voz fingida, es todo lo que ella necesita para pedir las monedas con las que se cuadra mientras le pagan. Así no compromete su identidad y su condición de profesora, porque, como no la conocen...", le había comentado alguna vez, Jacinta a su patrona.
Ese Miércoles de Ceniza, 15 de febrero de 1956, tuvo algo muy particular. Doña Carlota entró a la cocina, pero no con el aire adusto de gran señora y en cambio sí, con una sonrisa pícara; saludó con los buenos días a las personas a su servicio dio un par de vueltas, pidió un café y convidó a Jacinta para que la acompañara al salón. . Depositó la taza en la mesa y buscó a su criada quien nunca imaginó lo que se venía. Doña Carlota, la abrazó y le dio un beso. "Gracias por haberme enseñado dónde está la felicidad", le dijo en tono muy bajo.
Seguidamente le confesó que el capuchón del que ella hablaba, le había servido para salir a caseta con otras amigas y que había pasado la noche mas feliz de su vida. Que sin embargo, le había quedado una duda porque esa noche de domingo de carnaval, Don Fernando, su esposo, le había dicho que estaría jugando poker con sus amigos.
"Pero no sé, porque yo estuve bailando con un enmascarado. Bailaba rico y lo que más me turba, es que también tenía María Farina como Fer. Por un momento me sentí tentada a revelar mi identidad y si era el caso a salir de allí con el desconocido, pero mis amigas me jalaron para que nos regresáramos. Ahora no sé que hacer. ¿Será que si me confieso y me pongo la cruz, borro el pecado?".
Jacinta respiró profundo y le dijo: "Vea Señora, Lo bailao nadie se lo quita y vaya por su penitencia, que si no borra el pecado, por lo menos empata"
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