Ya es Primavera, gritan los amigos de Tierra Trivium . ¡Ah! El 23 será el Día del Libro y ojalá leyéramos uno para celebrar la fecha)
Aunque sea durante este mes que florezcan los libros que están sembrados y a la espera de que sus lectores hagan la polinización.
Leer es un regalo que nos hacemos de manera individual o en compañía si se quiere. Yo en todo caso prefiero en soledad pausadamente como saboreando, resaltando algunas frases e incluso releyendo fragmentos ya sea porque no entendí o por pura fascinación. Por eso siempre me pareció un atentado a la lectura esos cursos y técnicas de lectura rápida. Me resulta incomprensible, (y la lectura es exactamente lo contrario) es como oír hablar a una persona locuaz pero no elocuente, finalmente no transmite o su transmisión no deja un mensaje que cale.
Todavía hay tan pocos lectores que algunas personas por leer unos cuantos libros se jactan de eso, como típico ricachón de la cuadra ante sus vecinos más pobres. Incluso se creen en calidad de descalificar cualquier opinión que provenga de alguien que lea menos, convirtiéndose en policías de la lectura y usando su “autoridad” para hacer su clasificación de lectores y/o libros cual estratos sociales.
El ejercicio de la lectura nos regala una forma de análisis conocido como lectura crítica que es ir más allá de la literalidad y se presta para que haya diferentes interpretaciones dependiendo del juicio para desentramar el mensaje y acudiendo a todos los recursos verbales posibles.
La culpa inicial –Para no perder la costumbre de señalar un culpable- es quizá la selección de libros que nos tocaba por obligación leer en el colegio, muy pesados para las edades de los escolares. En mi caso el primer libro que me tocó leer fue “María” de Jorge Isaacs, muy sentimental, romántica (aunque se trata de un amor que no se dio) y con un bello escenario vallecaucano, pero, muy pesado para ser leído por niños menores de 10 años. En noveno grado leí por deber “Amalia” de José Mármol, una extensa e intensa historia de amor en medio de la guerra que al igual que “María” tampoco tuvo un final feliz. Aquí me enteré que muchísimos compañeros compraban los argumentos de las obras para cumplir académicamente y librarse de leer el libro completo.
Por fortuna los colegios replantearon su plan lector y los estudiantes de ahora pueden leer amenas historias para chicos como “Amigo se escribe con H” de María Fernanda Heredia, con la cual se podrían sentir identificados, además de encontrar un lenguaje llano que los atrapa para leer completamente.
Lo bueno de haber sido obediente en cuanto a la responsabilidad de leer los libros del colegio es que conserva uno la responsabilidad de seguir leyendo lo que considera una obligación, como por ejemplo, leer hasta los planes de gobierno que presentan los candidatos a la presidencia.
El segundo culpable –Porque hay culpabilidad compartida- es que los libros son muy costosos y ese nivel de precios está muy por encima del nivel de vida. Educarse es una cuesta arriba con esos precios inalcanzables de los libros. Saliendo mal librados en la economía doméstica en el tema de la educación del consumidor.
El último culpable y quizá el más determinante es qué tan lectores son los padres. Para un padre y una madre lectores es mucho más fácil porque el ejemplo es el que arrastra. Se logra ese efecto de repetición. Estos tres culpables confluyeron pero siempre es tiempo de cambiar la historia, de pasar la página o cerrar el libro aunque el lomo sea muy pesado.
Tantas palabras por descubrir como lugares por conocer en este basto mundo del idioma español. Por eso algunos dicen que leer es como viajar, en ambos casos se obtiene mucha cultura y leer es más barato, no requiere visa y uno se puede demorar sin riesgo a deportación.
En mi experiencia – aunque no soy lectora consumada- me cautiva más de un libro la manera como está escrito que lo que está escrito. Me seduce más la historia como es contada que la misma historia y me queda una sensación de abandono al terminar de leer un libro, como si me hubieran sacado de la historia.
Un libro regalado que desconozca totalmente es una cita a ciegas que no me quiero perder, y los únicos libros de autoayuda que me gustan son esos que ayudan a cocinar.
Para tener gusto por la lectura sólo hay que descubrir qué es lo que nos gusta y sumergirnos en ese gusto. El libro que a vos te guste es ya un gran libro aunque no sea un best seller.
No comamos cuento, ¡Leamoslo! Que en la vida real el cuento no termina cuando se comen las perdices.
Leer es el único abismo al que uno se puede aventar cuando se sienta solo, triste o simplemente vivo.
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