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  • Foto del escritorPepe Sanchez

Batalla de Flores sin palcos y bailes populares en todos los barrios (antiguos raspacanillas)

Actualizado: 21 feb 2020

*En su libro El Placer de Recordar, el finado empresario y escritor, Antoniio Celia Cozzarelli, nos cuenta acerca de estos bailes que se efectuaban en todos los barrios de Barranquilla






Sobre la imagen de portada, Carnaval de 1957, David Padilla Morales envía los siguientes datos:

Carnavales año 57 Reina Margarita Ángulo; recorrido de la batalla de Flores bajando la cartera 43 (20 de Julio) hasta el Paseo Bolivar; el mismo recorrido para la Conquista, evento de los Martes de Carnaval; canciones, El Sapo y El Supermusico de Pacho Galan y algo curioso sobre un género musical El Rock and Roll uno con Martín Robbins llamado My Belliny y el otro con Celia Cruz y La Sonora Rock and Roll.

En aquel entonces, la Batalla de Flores no era el evento excluyente y elitista de hoy. No existían los palcos y era una verdadera fiesta popular. No era menester ser millonario para disfrutarlo.


El blog oficial http://barranquillabicentenario.blogspot.com/?m=1 describe así la historia de la Batalla de Flores, evento que da inicio al Carnaval de Barranquilla:

A comienzos del siglo XX, esta ciudad de alegría y Carnaval, tuvo suspendidas sus fiestas tradicionales entre 1898 y 1902 a raíz de la Guerra de los Mil Días. Pero para dar muestras de paz y solidaridad con el fin de la Guerra el general Heriberto Vengoechea, jefe de la plaza, propuso hace exactamente 110 años organizar una batalla de flores que antecediera el Carnaval de Barranquilla.

La iniciativa coincide con la simpatía y caballerosidad que la historia y anécdotas registran del General Vengoechea, a quien dicen le llamaban el “General Carajo” por su especial manera de usar esta expresión propia del enfado o la sorpresa.

Como los mejores estrategas decidió que la batalla se debía realizar el sábado en horas de la tarde, incluyendo así a partir de ese momento un día a las festividades que hasta la fecha se iniciaban el domingo. Una contienda de paz y alegría que antecediera los días de goce tradicional. Hace 110 años no fueron carrozas como las actuales, sino coches tirados por caballos con adornados con flores naturales y artificiales. El desfile se convirtió en exactamente un combate de dos bandos que disparaban flores, confetis, dulces y polvos de colores.

La Batalla de Flores reemplazó el Paseo de los Coches que abría domingo de Carnaval, su recorrido fue del Club Barranquilla, en la esquina del Callejón de Don Esteban Márquez en Camellón Abello (Paseo Bolívar) hasta el Cuartel, dándole la vuelta al bulevar.  En el Bicentenario de Barranquilla, el General Vengoechea dejó huella de Paz y despliegue de creatividad para que la Puerta de Oro conserve por siempre un ambiente festivo y feliz para asumir la vida.



Pero tal vez el evento que más alegría causaba entre los barranquilleros, eran los bailes en los diferentes barrios, llamados alguna vez “Raspacanillas”, descritos de manera admirable y magistral por el fallecido empresario y escritor, Antonio Celia Cozzarelli (Tonino, como le llamaban sus allegados):

Cómo eran de divertidos aquellos bailes informales en casas de familia ,a los cuales se podía asistir sin invitación, solo por el hecho de ser amigo de los dueños de la fiesta. el único requisito era aportar una pequeña sumas de dinero, una “ponina” de tres o cuatro pesos, para poder entra, bailar toda la noche con el  pico de los hermanos Ariza y tomarse unos cuantos sifones.

A la voz de:-“el sábado hay un Raspa en la calle Ocaña-“,la barra de amigos salia en gavilla bien temprano, para coger las mejores parejas. en Boston, Barrio Abajo, San Isidro, Lucero, Montecristo y otros barrios, eran frecuentes los raspacanilla sabatinos.

Allí jóvenes de diversos sectores de la ciudad, sin distingo de estratos sociales o económicos, se reunían con el unico fin de divertirse, bailando hasta el agotamiento, con unos cuantos sifones entre pecho y espalda o unos traguitos de la media de gordolobo” que habian comprado en la tienda de la esquina, con la “vaca” que entre varios habían hecho.El “barato” era de forzosa aceptación.

Si alguien le tocaba el hombro a un parejo, pidiéndole un barato, este debía cederle la pareja sin chistar, para no exponerse a que los amigos de quien lo pedía, lo esperaban en el sardinel para “clavarle la mano”.

El tonel de madera con el sifón, lo colocaban en la cola del patio, junto al clásico palo de limón, inmancable en toda casa de ese entonces. Con una canilla en la parte superior del barril, controlaban la salida del “preciado liquido”, pero cuando el encargado de servir los tragos se alejaba del lugar, quitaba la pluma y se la llevaba consigo, para evitar que los invitados se “desparcharan” por si solos.

El sifón lo vendían en la Cervecería Bolívar, ubicada donde hoy esta el parque cultural del Caribe y el hielo, en grandes bloques, donde Pompilio Lujan, en la esquina de San Juan con la Paz.Entre porros, guarachas, cumbias y boleros; entre una que otra “puñera”, una mentada de madre por no querer dar barato, unos cuantos “apercolles” al oscuro debajo del palo de mango del traspatio o la visible euforia de quien se había hecho su “levante”, transcurrían estas fiestas tan tipicamente nuestras, a las que hoy les darían el nombre de “fiestas de integracion”, que antes se daban sin misterio, con la mayor naturalidad y frecuencia, sin títulos rimbombantes, ni tantos requisitos como ahora. Eran la expresión de ese ambiente de fraternidad e igualdad propio de Barranquilla.    

Es bueno señalar que si estos bailes eran durante Carnavales, se acostumbraba darle nombres. Un gran número de personas recuerda con nostalgia a Polvorín en San José, El Mechón, El Bambú, Espérame Entre Palmeras, Zinfonía de Lokura (escrito así), La Fogata, Parranda en Technicolor y muchos, muchos más y en todos los barrios.

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