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Foto del escritorPepe Sanchez

Diomedes Díaz: Eros y Tanatos (I)

Actualizado: 22 dic 2019


José Gabriel Coley




José Gabriel Coley y Eros y Tanatos (Amor y Muerte) en la música de Diomedes Díaz




EROS (I)

“Esta vida que yo tengo/ es muy bonita, es muy bonita…

Diomedes Dionisio Díaz Maestre (1957 – 2013) fue un poeta natural que con sus pocas y certeras palabras producto de sus vivencias logró con todo el sentimiento cantarle al pueblo lo que éste deseaba escuchar. Pero tuvo que luchar con mucho tesón para conseguirlo, desde niño, como narran varios de sus cantos, siempre orgulloso de su origen humilde.

Evidentemente “el hombre no nace hombre como el gato nace gato”, decía el filósofo francés contemporáneo Jean Francois Lyotard. El hombre es un autoconstructo, es decir, se construye a sí mismo y el mejor ejemplo es el caso de Diomedes.

Había nacido pobre, provinciano. Tuvo escasa educación y poca formación poética. Creció flaco, enclenque. No muy agraciado físicamente. Parpado

caído, mueco y para remate indio, etnia menospreciada en las urbes de esta sociedad.

Lo contagió desde corta edad el vallenato, endémico en su región y se metió en la casa del viejo Emiliano Zuleta para aprender el “arte musical” pero, más que todo, para versear y cantar, lo que poco a poco fue consiguiendo por sus dotes, inteligencia y facilidad para improvisar y componer.

Pero cuando quiso volar, había muchos gavilanes reinando en el cielo vallenato en la década de los 70 como Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Beto Zabaleta, Silvio Brito, Daniel Celedón, Rafael Orozco, entre otros, para el joven palomo, lo que le indicó en su sabiduría, comenzar haciendo composiciones para que las grabaran los vocalistas citados con los que tenía cierta relación e ir publicitando su nombre. Mientras tanto él continuaría afilándose como cantor en concursos escolares, parrandas de amigos y en las “colitas” que le daban en las casetas para iniciar o rematar los bailes que animaban los conjuntos ranqueados.

El primer disco que le grabaron fue “Cariñito de mi vida” interpretado por Rafael Orozco con el Binomio de Oro, y que él mismo convirtió en éxito logrando que los locutores de Radio Guatapurí, emisora emblema de Valledupar, lo pusieran a sonar cada momento. Diomedes se había vinculado como mensajero de esa casa radial, no por coincidencia, sino como estrategia calculada de antemano. Incluso al final de ese primer disco hay un saludo elocuente: “El Cacique de La junta, Diomedes Díaz”, bautizo público del remoquete que llevaría como distintivo hasta la muerte.

Pero detrás de cada poeta existe una musa. Con respecto a “Cariñito de mi vida”, estaba la mujer a la cual compuso y compondría casi todos sus éxitos amorosos: Patricia Acosta. Ella sería una especie de Carmen Díaz, esposa del viejo Emiliano, para Diomedes, que de seguro siguió su escuela. Versos amorosos para Carmen, versos de pelea para Carmen, versos de reconciliación para Carmen, versos de agradecimientos para Carmen y siempre Carmen por no dejá, como dicen allá en el Valle querido.

Poncho quiso repetir la tradición de su padre, en tiempos de novio con Luzmila, cuando se casó e incluso después, más no la continuó. Diomedes, en cambio, la mantuvo, sostuvo y proyectó en la gran mayoría de sus éxitos de vallenatos románticos, sin mencionar su nombre, al contrario del Viejo “Mile” con sus vallenatos clásicos.

Posteriormente a “Cariñito de mi vida” los Hermanos Zuleta le grabaron “Bendito sea Dios”, donde le “toca rogarle a una mujer/ por ser tan sin vergüenza y vagabundo”, canción ésta que igual él hizo poner en Radio Guatapurí. Luego Jorge Oñate también le grabó y empezó a crecer su don de compositor excelente.

Pero Diomedes insistía, quería, tenía que ser cantante y antes de cumplir los 20 años, en 1976, sacó su primer L.P. con Nafer Durán, hermano de Alejo, que no resultó afortunado. El único corte que se escuchó, quizá porque también lo hizo sonar fue “El Chanchullito”, en cuya letra asume de contradictor de la familia Acosta que se oponía a su pretensión amorosa. Pero allí ya se adivinaba lo que habría de ser y siguió adelante en su tarea de cantante. Poseía a favor el talento, la perseverancia y el carisma. Y vino el segundo L.P., ahora con un acordeonero de la estirpe de los Hermanos López, Elberto, el “Debe”, quien sería tiempo después Rey Vallenato. Y otra vez la misma musa le inspiró “Tres canciones”. En esta ocasión la desafortunada fue la caratula (la misma de este cuadernillo) pero no el contenido. En dicha portada aparece Diomedes, sin complejo alguno, con unas gafas Raiban, para ocultar el parpado marchito, producto de una pedrada equivocada que recibió cuando era niño encaramado en un palo de mango y una sonrisa plena, mostrando el hueco que dejó uno de sus dientes perdido no se sabe por qué causa.

Espacio ese que sería más adelante rellenado con una prótesis adornada con un diamante que fulguraba cada vez que cantaba en las tantas tarimas que lo aclamaron. Ahora sí, la linda morenita sin nombre, la

de la ventana marroncita, le abría la puerta definitiva a la fama para toda la vida.

Después de el “Debe” (dos L.P. exitosos) vino “La Locura” con Juancho Rois, donde Diomedes le pide a Patricia con “El alma en un acordeón”: “¡Ay!, negra tenme compasión/ que se acaba Diomedes Díaz”. Ese larga duración fue la consagración definitiva, y sus seguidores empezaron a crecer por montones.

Diomedes se iba convirtiendo en todo un espectáculo, ayudado e impulsado por los asesores comerciales de imagen. Aprendió a desenvolverse a su antojo en la tarima cogiéndose toda la confianza. La gesticulación, plasticidad y manejo de manos, daba el énfasis necesario para que el mensaje de sus cantos llegara “directo al corazón” del público convirtiéndolo por arte de magia, en su fanaticada como él mismo comenzó a nominarlo. Es decir, Diomedes, además, ahora era actor y todo le quedaba bien, pasando a ser un ídolo. El fanático no ve nada malo en su ídolo. Simplemente lo sigue, acepta y aplaude. Hasta sus groserías; e incluso las equivocaciones u olvidos en las letras,empiezan a ser motivos de festejos, vítores y justificaciones. Es más, hasta los desplantes e incumplimientos, pues terminan perdonándosele todo después de la ira y los desmanes que aquellos producían.Sin embargo, al joven talentoso, no le bastaba el pueblo ni los seguidores incondicionales que él mismo había construido; le faltaba la clase “Pupis” de Valledupar en pro de su reconocimiento total, para pasar luego a Barranquilla, la Costa y el resto del país. Y en pro de este cometido, hizo dúo rápidamente con Nicolás Elías Mendoza, acordeonero tradicional de la alta sociedad vallenata. “Dos Grandes” se tituló el L.P. de la unión aceptándose así a Diomedes al lado del gran “Colacho”. “Matrimonio político”, llaman a eso.

En ese trabajo discográfico está “Despedida de soltero” para Patricia, la cual terminó de conquistar a punta de canciones y de su ascenso como artista. La familia Acosta tuvo que convenir con la relación y el consiguiente matrimonio. Pensamos que la intención de Diomedes, que siempre se declaró en sus

composiciones como un hombre bueno, honrado y trabajador, eran sinceras. El ejemplo de su padre Rafael Díaz y del hogar que construyó humildemente al lado de su madre Elvira Maestre, era digno de imitar. Su origen campesino reforzaba aquellos criterios. Sin duda alguna esos eran los propósitos. Por algo el primer “nido de amor” duró tantos años y cuatro hijos de nombres harto conocidos.

Empero, no bastaban las intenciones ni los buenos deseos. La fama, las parrandas y “las pajaritas de una noche”, además de otras sustancias espirituosas, hicieron estragos en este nuevo rico que no supo administrarlos como tantos en el mundo; y la indisciplina terminó por minarle la salud, el dinero y el amor, las “Tres cosas que hay en la vida, para vivir libres de preocupación”.

No obstante, él se defendía y alargó hasta cuanto más no pudo la relación con Patricia, muy a pesar de que nunca se despidió de su “vida andariega” ni se convirtió en “un hombre hogareño”, como prometió en la canción arriba citada. Pero, válgame Dios, ella

siguió siendo el motivo de sus inspiraciones, la verdadera musa, su fuente de creación, aunque los conflictos cada vez se iban aumentando más y más.

Cuando Diomedes ya era Diomedes él, modestamente no lo reconocía. Creía y quería ser más, perfeccionarse más. Así lo demuestra la canción “El profesional”, donde se describe todavía como un compositor que ha batallado para conseguir ese milagro de que el mundo escuche sus canciones con el bello aprecio de su nombre; y que ahora tiene bases pa´ cantante, porque cualquier hombre puede triunfar y después gritarlo con orgullo: no fueron completos sus estudios pero es un buen profesional. He aquí, pues, parodiando al disco, lo que significa autosuperación, para ir ascendiendo al triunfo total y al logro de lo que cada cual se proponga de acuerdo a las aptitudes de natura: “No se imaginan hoy los que me ven/lo que luché para ser lo que soy…” Es el autoconstructo del que hablamos al principio. Así le diría después a su hijo Rafael Santos: “Si te inspira ser zapatero/ solo quiero que seas el mejor…” Y evidentemente, el Cacique siguió puliéndose y acreditándose como cantante, educando su voz y su cadencia en todas las canciones, no solo las de su rúbrica sino las de los otros compositores, ya que él mismo las escogía y las hacía suyas por el grado de sentimiento que le imprimía al cantarlas. Es cierto que nunca tuvo acceso a los poetas clásicos. No leyó a Byron, Poe o a Baudelaire, pero se formó escuchando a Rafael Escalona, Leandro Díaz y Freddy Molina, con versos sencillos, como le enseñó su tío Martín, que igual taladraban el alma. Lo difícil es la sencillez, porque con la sencillez no hay trucos. Y con esos “versos del alma” se levantó de la nada y alcanzó la gloria.

Tanto así que la gente pedía un “diomedazo”, como si todo lo que saliera de su voz fuera de su cosecha. Pero la mayor parte de los éxitos de Diomedes, escritos por él, se los debe a Patricia, insisto.

¿Quién no recuerda “Tu serenata”? Otro perdón le pide a “la morenita”, por llegar a esas horas a interrumpir sus sueños si es que está dormida, para

que lo consuele. Y que se asome a la ventana marroncita, porque ha pensado seguir la parranda pero que mañana en la mañana le guarde “pal´ guayabo un jugo de naranja…”

Y allí mismo grabó “Fantasía” de Rosendo Romero, raptando, asumiendo e identificándose él con “Ese que escribe versos/ repletos de verano/ estando en primavera/ ese soy yo/… ese que por ser bueno/ lo tiran a la nada/ y que no cree en la fama/ ese soy yo…” De por sí esto es elocuente.En el siguiente álbum titulado “Con mucho estilo”, confirma su amor por la diva dedicándole “Bonita”, porque la desconfianza le daña el pensamiento. Y justifica la lejanía del hogar así: “Como yo vivo de un lado para otro/ porque mi profesión me obliga a hacerlo así/ me pongo triste cuando me encuentro lejos/ entonces es cuando quiero estar cerca de ti/ pa ver si así no te sientes molesta/ por causa de la ausencia / que separan nuestras vidas/…” etc… Y evidentemente, el Cacique siguió puliéndose y acreditándose como cantante, educando su voz y su cadencia en todas las canciones, no solo las de su rúbrica sino las de los otros compositores, ya que él mismo las escogía y las hacía suyas por el grado de sentimiento que le imprimía al cantarlas. Es cierto que nunca tuvo acceso a los poetas clásicos. No leyó a Byron, Poe o a Baudelaire, pero se formó escuchando a Rafael Escalona, Leandro Díaz y Freddy Molina, con versos sencillos, como le enseñó su tío Martín, que igual taladraban el alma. Lo difícil es la sencillez, porque con la sencillez no hay trucos. Y con esos “versos del alma” se levantó de la nada y alcanzó la gloria.

Tanto así que la gente pedía un “diomedazo”, como si todo lo que saliera de su voz fuera de su cosecha. Pero la mayor parte de los éxitos de Diomedes, escritos por él, se los debe a Patricia, insisto.

¿Quién no recuerda “Tu serenata”? Otro perdón le pide a “la morenita”, por llegar a esas horas a interrumpir sus sueños si es que está dormida, para

que lo consuele. Y que se asome a la ventana marroncita, porque ha pensado seguir la parranda pero que mañana en la mañana le guarde “pal´ guayabo un jugo de naranja…”

Y allí mismo grabó “Fantasía” de Rosendo Romero, raptando, asumiendo e identificándose él con “Ese que escribe versos/ repletos de verano/ estando en primavera/ ese soy yo/… ese que por ser bueno/ lo tiran a la nada/ y que no cree en la fama/ ese soy yo…” De por sí esto es elocuente.

En el siguiente álbum titulado “Con mucho estilo”, confirma su amor por la diva dedicándole “Bonita”, porque la desconfianza le daña el pensamiento. Y justifica la lejanía del hogar así: “Como yo vivo de un lado para otro/ porque mi profesión me obliga a hacerlo así/ me pongo triste cuando me encuentro lejos/ entonces es cuando quiero estar cerca de ti/ pa ver si así no te sientes molesta/ por causa de la ausencia / que separan nuestras vidas/…” etc…

No obstante todo lo dicho de su vida musical, fue en 1982 cuando el Cacique se convirtió en verdadera

vedette. Ese año salió “Todo es para ti” de Calixto Ochoa pero, como era su costumbre, él lo asumió dedicándole a Patricia las añadidas frases finales del disco, que por supuesto no son del autor sino del intérprete. Como se celebraba el mundial de Futbol de España, en los intermedios de los partidos, se promocionó este L.P. por televisión donde salía el Cacique en pantalla haciendo gala de sus dotes como cantante carismático y show-man, lo que disparó las ventas y popularidad durante el mes que duró el campeonato orbitral de balompié y más allá…

Pero el compositor prolífico no necesitaba pedir prestada canción alguna y extenderle adornos al final para agradar a su amor porque él le tenía guardada dos: “Te quiero mucho” y “Una de mis canciones”. Ambas pegaron. Recuerden la primera: “Oye mujer bonita/ ay, mírame de frente/…” y termina “Tú serás para mí la bendición/ hasta el día de mi muerte/”. Y la segunda ustedes también la saben: “Una de las canciones que canto yo (bis)… Que eres bonita como dice la canción… (y agrega) Que fui sufrido antes de

conseguirla…(y concluye): porque ellas (las canciones) alivian mi horrible pesar/ cuando me encuentro lejos de la negra mía”. Ante esos versos hermosos y cantados con voz melodiosa salidos del propio corazón, sucumbe cualquier mujer. O por lo menos a quien iban dirigidos, la que quedó algún tiempo convencida, hasta cuándo llegara una nueva falta del esposo.

Es por ello que al presentarse otra vez la impenitencia, el cantautor tuvo que componer casi de emergencia “Te necesito”, “Cantándole un verso/ quiero darle un beso/ porque estoy contento/ y en estos momentos/ darle el corazón/”. Si, ya Diomedes se pre -ocupaba, porque más adelante expresa: “Como en la vida todo se acaba yo me preocupo/ porque no quiero que esto termine en ningún momento/ a Dios le pido que nos de vida por mucho tiempo/ y que nos libre de todo mal pa´ querernos mucho/…” y termina: “Tú eres la esperanza de un hombre/ que ha sufrido mucho/…”

Y al mismo tiempo de “Te necesito”, lanzó “Cantando”: “He vivido todo el tiempo/ enamorado de una morena/ la que meritoriamente/ quiso que fuera yo el dueño de

ella/ la pobre ha salido tan buena/ pero casi vive sola/ porque salgo a toda hora/ a cumplir mis compromisos/ cantando, cantando, cantando versos bonitos/…”

Cero pollito. No bastaron esos bellos poemas para cerrar heridas por cerrar y otras veces abiertas en el hogar, por lo que el artista, en su próximo L.P. “El mundo”, sacó un canto que es pura melancolía: “Señora tristeza”, la única fiel compañera, que no lo abandona, ya que “por ser bueno casi siempre las mujeres/ me dejan solo cuando ven que más las quiero”. García Márquez en alguna parte dijo que “el caribeño es un hombre triste” y aquí efectivamente Diomedes le dice a la tristeza que “ella me ha hecho compañía /o´mbre desde antes de nacer/”, para terminar rindiéndose en su próxima creación con una despedida condicionada: “Si te vas, adiós”, no sin antes insistir que “ella es la dueña de mi vida en general/ la fuente fija para que pueda cantar/…” Pero ya todo estaba hecho añicos.

Frente a esta triste realidad, en últimas, Diomedes es quien le dice a la morenita endurecida, “Me voy pero  ten presente/(bis)/ que muy dentro llevo tu imagen grabada/…” y quiere darle “por cada verso un besito” porque “sin ti no puedo vivir/ lejos de ti/ tal vez me pueda morir/”. Y por fin, muchos años después de “Tres canciones”, el “Cóndor herido” decide arreglar la maleta y coger el camino…

Sin embargo, el epílogo de ese amor llegó con “El regreso del cóndor”, que realmente no fue ningún regreso sino alardes de orgullo del cantautor combinado con despecho y vanidad masculinos para quedar bien ante sus seguidores. Eso es lo que se advierte en las letras de “El regreso del cóndor” y “Mis mejores días”. En el primero disque la cóndor le dijo llorando “yo no veo la razón por qué te vai”. Por supuesto, la cóndor no tenía ninguna posibilidad de hacerle competencia al Cacique para hacer claridad al respecto y decir si eso fue cierto o falso. Y el segundo es para picarla: “No olvides que seré el viejo más sabroso/ de los pocos/ que puedan haber/… (y reitera) Ahora dice que se encuentra arrepentida/ (bis) y que maldice/ haberme conocido/ y se olvida que mis

mejores días/ se los di a ella/ con todo mi cariño/…” Pero ya todo estaba dicho entre los dos.

Empero, “la de la ventana marroncita” seguía siendo la dueña de su vida en general y la fuente fija para que él pueda cantar, tal y como su dueño lo había profetizado.

Y en verdad así sucedió. Porque luego del adiós a la linda morenita, la que fue con él al altar, la mamá de sus hijos, etc., su “vena poética”, valga el lugar común, se empezó a secar. Es obvio que nunca mencionó a Patricia con nombre propio porque fue estrategia para que sus seguidores asumieran las letras como vivencias propias y las reenviaran cada cual a su novia, pretendida o mujer.

Las canciones de amor exitosas de 1993 en adelante no son de autoría de Diomedes, excepto tres, más bien flojas; dos que le hizo a Betsy Liliana (“La doctora” y “Gracias a Dios”), y una dedicada a Luz Consuelo, “La Bogotana”, su compañera hasta el día de su muerte. A pesar de todo, al final hubo empate entre estas últimas mujeres “oficiales” de Diomedes: de Betsy quedaron tres hijos y de Luz otros tres. Se dice que el Cacique dejó 28 hijos con una docena de mujeres. Pero Patricia Acosta fue la Carmen Díaz anónima de Diomedes.Es más, hasta por inercia de amor, con “Mi primera cana”, le hace postrer homenaje a la mujer “que ha sido/ como la madre mía/ de Luis Ángel/ de Santos Rafael/de Diomedes/ y el gran Martín Elías/…” y en “Título de amor” dice “Ay, mi amor, yo no estoy resentido contigo/ de lo contrario, de ti vivo agradecido  más que todo, eres la madre de mis hijos/ que mañana, también te reclamarán/…” No sabemos si ellos reclamarán mañana a Patricia, cuando pase el duelo. Pero ella ya tiene ganado un pedestal en la historia de las canciones de amor de Diomedes Dionisio Díaz Maestre.

(Continuará)

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