*El 17 de noviembre de 1831 quedó disuelta de manera oficial, la llamada Gran Colombia
-Algunos atisbos sobre la filosofía de la historia-
Por: José Gabriel Coley Filósofo Universidad del Atlántico
El hecho histórico más relevante que aconteció en el siglo xix y que determinó para mal el porvenir de la Costa Caribe Colombiana, ocurrió poco después de la muerte de Bolívar cuando se disolvió el sueño panamericanista de la Gran Colombia. La división que se hizo fue artificial, pues no se debió partir a nuestra costa de manera vertical con Venezuela sino de forma horizontal teniendo como referencia al mar Caribe e integrar el resto del hermano país a los Andes y los Llanos de la Nueva Granada. Es decir que nuestro Caribe hubiese continuado unido con Maracaibo hasta Caracas prolongándose a través y más allá del actual departamento del Cesar; lo mismo que hacia el occidente, compenetrándonos con Panamá y las Islas del Archipiélago de San Andrés y Providencia. Así se habría perpetuado de otra manera la visión el integracionismo de Bolívar, pues se habría resuelto mejor nuestra participación en el Gran Caribe. Repetimos para aclarar: esta nueva conformación geopolítica debió comenzar desde San Andrés, siguiendo con Panamá, abarcando toda la Costa Norte y extendiéndose paralelamente al Caribe Venezolano hasta llegar al límite con las Guayanas. Con el seguimiento de esta “República del Caribe”, rica, uniforme y de idiosincrasia común para un común entendimiento, otra hubiera sido la suerte de estos pueblos incluyendo el nuestro. No obstante, a partir de esa infortunada disolución, la Costa se vio aislada geográfica, climática, étnica, cultural, económica y socialmente con relación a la otra parte del país nuevo llamado ahora Colombia, a secas. Desde entonces se nos ha relegado como ciudadanos de segunda clase, se nos ha marginado en la distribución del presupuesto e incluso se le ha dado la espada al mar, como punto de encuentro con el océano Atlántico y toda la civilización occidental. Consecuencia de esta situación, se construyó un país cercado y gobernado desde las montañas, miope, y estúpidamente centralista. La unión con la Colombia andina ha sido dificultosa en todos los aspectos. Nos entendemos más con los habitantes del Gran Caribe, que arranca desde península de la Florida en el Sur de EE.UU, el Golfo de México, los Istmos de Centro América, todas las Islas Antillanas, las Costas de Venezuela y las Guayanas, que con un pastuso, un bogotano o un bumanguéz. Es decir, nos desnaturalizaron en aras de una división política que nunca consultó la realidad física, social y cultural en detrimento histórico de nuestro desarrollo, nuestra autonomía y nuestra determinación. Tenemos un clima homogéneo producto de la posición geoastronómica a la que pertenecemos; somos cálidos igual que el mar que nos baña, poseemos el mismo acento y entonación al hablar; y la misma policromía étnica con fuerte presencia negroide. Identidad musical, folclórica, artística, culinaria y demás. Y a pesar de que se nos desmembró a Panamá en el año 1903, seguimos unidos a un País que nos segrega. Sin embargo, estamos naturalizados a ese Gran Caribe que contiene la raza cósmica del futuro de que nos hablaba el filósofo mexicano José Vasconcelos. Él decía que en ninguna otra Región del Planeta habían confluido tantas culturas como en la nuestra (indígenas, españoles, negros, franceses, ingleses, holandeses, gringos, italianos, portugueses, alemanes, árabes, sirios, libaneses, chinos y andinos en general, etc), cocinándose en este mar una especie de sopa de la humanidad, el futuro de la humanidad. El Caribe también ha sido libertario. Cartagena y Mompox son ejemplo de los primeros gritos de independencia entre los neogranadinos y aquí encontró el general caribeño Simón Bolívar la base para su ejército revolucionario con el cual liberó seis Repúblicas. El deber ser de los costeños no tiene que seguir siendo el plegarse, como hasta ahora se ha hecho, al poder central de Bogotá y los andinos que nos ignoran y hasta nos desprecian; como también lo hacen con el Chocó, la Orinoquia, la Amazonia y las pocas culturas indígenas que sobreviven. El deber ser es reclamarnos diferentes hasta obtener un lugar propio en el concierto de la Nación a la que fuimos obligados a pertenecer siendo precisamente diferentes tal y como hemos sostenido, porque nuestros aportes han sido abundantes y múltiples. No solo en el campo de las gestas libertarias y sociales sino en el marco de lo político, cultural, folclórico y demás. Tenemos muchas cosas que mostrar como cuna del desarrollo industrial, de la navegación marítima y fluvial, las vías ferroviarias, la aviación, el correo, el telégrafo, el teléfono, la radio, los semáforos, los servicios públicos, los hoteles, el cine, el futbol, la filosofía, la historia, la sociología, el arte, la literatura, pero siempre hemos sido mirados por encima del hombro, con desdén y displicencia aún después de la Constitución de 1991 que reconoce la diversidad étnica y cultural del país y la promulgación reciente de la ley de autonomía de las regiones. Lo dicho anteriormente hace pensar que la Región Caribe de histórica y pujante tradición productiva y social, que ha crecido con el fortalecimiento de nuestras ciudades y centros urbanos, es un lugar ideal para la inversión de capitales tanto nacionales como extranjeros, que dé lugar a la prosperidad en la Costa Norte lo que redundaría inevitablemente en el desarrollo nacional, sin excluir, por supuesto, al archipiélago de San Andrés y Providencia. Nuestra vocación de Paz así lo garantiza. Feliz año nuevo, el futuro nos pertenece.
Barranquilla, 11 enero de 2019
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