☆El 21 de octubre de 1982, Gabriel García Márquez es declarado ganador del Premio Nobel de Literatura de ese año, anuncio hecho por el secretario de la Academia Sueca, Per Gillensten
Por: José Gabriel Coley (Magister en Filosofía y docente por 40 años en la Universidad del Atlántico)
Tercos, obstinados y desprendidos. Así somos los caribeños, realidad y ficción. “Ciencia dura es la historia y su hermana gemela la novela”. El sujeto, el escribiente, o el escribidor siempre ponen de su parte en el arte.
En la universidad cursé muchos semestres de historia universal y de Colombia. Después estudié materialismo histórico y leí muchos textos al respecto, pero nunca he sido, ni he pretendido ser historiador.
A pesar de estas limitaciones tengo entendido que antes de existir la Historia como ciencia (Siglo XVIII), cada pueblo a través de sus poemas, epopeyas y novelas y después con ensayos (Montaigne), retroalimentaba sus orígenes, épocas y evolución para dar sustento organizado a su existir como conciencia social.
Pero vayamos al grano. Si comparamos los textos escolares sobre Simón Bolívar con la Novela El general en su laberinto, no coinciden. Pero si leemos bien reconoceremos que Bolívar se parece más al coronel Aureliano Buendía que al general de los libros oficiales.
Porque Cien años de soledad es una especie de historia cifrada de Colombia (o nuestra Biblia), aunque no aparezca el libertador ni nadie que se le aproxime. Más bien, en la laureada novela existe ese “vacío histórico” sobre la “independencia” como para evidenciar que nunca hemos sido liberados.
No obstante, si aparece el coronel Aureliano Buendía promoviendo 32 levantamientos armados perdiéndolos todos. Es decir, contrario a Bolívar que en últimas, ganó todas las guerras pero igual, también en últimas, las perdió todas.
Las personalidades de los dos son una y la misma vaina. Pero veamos cómo Gabo describe a Bolívar en El general en su laberinto:
“Siempre tuvo la muerte como un riesgo profesional sin remedio. Había hecho todas sus guerras en la línea de peligro, sin sufrir un rasguño, y se movía en medio del fuego contrario con una severidad tan insensata que hasta sus oficiales se conformaron con la explicación fácil de que se creía invulnerable. Había salido ileso de cuantos atentados se urdieron contra él, y en varios salvó la vida porque no estaba durmiendo en su cama. Andaba sin escolta y comía y bebía sin ningún cuidado de lo que le ofrecían donde fuera. Solo Manuela sabía que su desinterés no era inconciencia ni fatalismo, sino la certidumbre melancólica de que había de morir en su cama, pobre y desnudo y sin el consuelo de la gratitud pública”. Evidentemente Gabo fue un historiador frustrado.
Pero, en aras de sintetizar la síntesis, como Pepe siempre me pide, voy a citar tres lugares comunes sobre Bolívar que pueden perfectamente endilgárseles al coronel Aureliano Buendía:
“Jesucristo, Don Quijote y yo hemos sido los tres majaderos más grandes de la historia”.“Si la naturaleza se opone a nuestra causa, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.“Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Tal es el realismo mágico: la realidad (Bolívar) la ficción (Aureliano) y el escritor (Gabo): tres personas distintas y una verdad verdadera.
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