Por: José Gabriel Coley Filósofo Uniatlántico
Sin atuendos, capuchas ni sotanas, mostrando su cara y la peluca amarillenta de la muerte, el imperialismo ha encarnado en uno de sus multimillonarios accediendo directamente al poder ejecutivo en E.U. con Donald Trump. No, no es el miserable pato de su nombre sino el anciano Tío rico, odioso, cascarabia, y con el ideal del Rey Midas, tal y como lo hubo pintado el genio de Walt Disney en el siglo pasado.
La tragedia comenzó cuando un negro llegó a la Casa Blanca y la historia podría llegar a cambiarse. Todo el racismo de ascendencia anglosajona y vikinga de los yankees se re-unió, y el resultado fue retomar el poder con alguien de carne, hueso y pelos rubios, déspota y atrabiliario, como los granjeros del centro del país gringo, a lo Reagan, pero con muchos dólares y dispuesto a imponer la supremacía de la raza blanca, a lo nazi. “Ni un negro más a la presidencia, fuera los latinos, América para los americanos. Hay que construir un muro, nos quieren invadir los bárbaros, ya basta de tolerancia”. Y esas consignas huecas, simples y populistas bastaron para que los campesinos ignorantes de los Estados centrales se agruparan conformando la base que permitió hacer llegar al patán ricachón a Washington.
Una vez en el poder y con un equipo de su misma calaña, expertos twitteros contestatarios y jugosas donaciones económicas de la “Sociedad nacional de amigos del rifle”, armaron toda una infraestructura de slogans que han terminado de las palabras a los hechos, apoyados éstos en los discursos inflamatorios e infamatorios contra todo que esté más allá de la frontera Sur que antes les habían robado a México. Ya no se trata de retórica sino de balas disparadas precisamente contra los “invasores”, con muertos y heridos mexicanos, en El Paso, Texas.
Esas son, por supuesto, las consecuencias de haberse atizado odios que parecían históricamente superados en una sociedad con crisis de salud pública mental y complejo de supremacía racial, como lo atestiguan las paranoicas declaraciones de Mr. Donald que lo único bueno que tiene es la mujer, que cambió su status de modelo por el de primera dama del mundo; y él como negociante lo sabe. Pero lo peor es que ésta masacre es solo el comienzo. Ayer 7 de agosto, cuando daba su pésame fariseo a los familiares de las víctimas (muchos no lo recibieron), ordenó otra barrida contra los latinos reteniéndose cerca de 800 con el fin de deportarlos. ¿Tengo acaso razones para pensar qué las matanzas no terminarán con ese mozalbete alucinado que se desplazó miles de kilómetros hasta la frontera Sur para apretar el gatillo contra los invasores?. Dios bendiga la inocencia, pero no la multiplique. Al fin y al cabo, el buen Dios le ha dado a Trump solo lo que a más de la mitad de los hombres le pertenece.
Barranquilla, agosto 8 de 2019.