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Foto del escritorPepe Sanchez

La venganza de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, respaldada por jocosa salida del Papa Paulo III

Actualizado: 6 mar 2020

*Y allí está todavía el desventurado Biagio de Cesana, con sus orejas de burro y el serpentón enroscado, maldiciendo, sin duda, la hora en que se le ocurrió vestir a la corte celestial.

El fresco que representa el Juicio Final, pintado por Miguel Ángel entre 1535 y 1541, despertó una yal descontento entre diversos sectores de la Iglesia Católica, que bien pudo haber terminado con el artista quemado en la hoguera. Todo se resolvió, sin embargo, con una extraña salida humorística del Papa Pablo III,

La obra está plagada de desnudos y las críticas proliferaron. Una bastante dura fue la del escritor, Pietro Aretino, quien aparte de tildar a Miguel Angel de "sodomita y hereje", afirmaba que la pintura era merecedora de "estar adornando baños públicos",

El Diario El País, describe así el asunto, en su edición del 30 de agosto de 1987:

-Pietro Aretino -.que desde hacía tiempo deseaba un regalo artístico de Miguel Ángel que éste no le habla dado, y que hasta había llegado a decirle qué debía pintar en el Juicio, a lo que Miguel Ángel muy amablemente no hizo caso- le escribió una carta agresiva en la que aparte de sacar a pública luz su gusto por los jóvenes ("sólo os compro metéis con los Gherardi o con los Toma¡"), vuelve a decirle que su manera, "es más propia de unos baños públicos que de la más grande, capilla de la cristiandad", concluyendo que es "escarnecida la decencia de los mártires y de la Virgen", que, hasta un propietario de burdel cerraría los ojos para no ver tantas partes pudendas. y que, en fin, intenta, pintando así, "disminuir la creencia de su prójimo". Las acusaciones eran muy importantes, pues el tremendo Aretino -cuyas cartas, en copia, circulaban entre importantes personajes -acusa a Miguel Ángel, sin mayores eufemismos, de sodomita, impío y hereje, ya que también ha hecho alusión a lo luterano de la obra. Pese a que el peligro era grande -y en vísperas del Concilio de Trento, la gran sanción de la contrarreforma-, Pablo III no se inmutó y continuó protegiendo la pintura. Produciéndose un foso entre los ideales del pintor y los de la Iglesia, Miguel Ángel bien pudo haber sido reo de hoguera.

Esa especie de soborno del escritor al pintor, fue aprovechada por los adversarios. El Cardenal Gian Pietro Carafa acusó a Miguel Ángel de obscenidad e inmoralidad, y en compañía con Monseñor Sernini, el embajador de Mantua organizaron una campaña en toda Italia para obligar al papa Paulo III -que fue denominada La Censura de la Hoja de Parra- a que borrara todos los desnudos de la obra.

El Papa, que había estado en contacto constante con el artista cuando hacía la obra, hizo caso omiso de la gestión de Carafa y Sernini, pero Biaggio De Cesena, Maestro de ceremonias del Pontificado, se sumó a las peticiones.

-Es cierto que tales dibujos parecen más de un baño público o de un burdel que de una Capiila. Es vergonzoso que se haya pintado aquí tantos desnudos- dijo el prelado.

El Pontífice le recomendó "cubrir los santos genitales que tanto escozor le causan a los Cardenales", a lo que Miguel Ángel respondió que :Santidad, los santos no tienen sastres.

Miguel Ángel encontró la forma de vengarse de su detractor. En el Juicio Final, hay un cuadro en el que algunos dicen que está representado el Rey Minos, el Juez del Infierno.,, que El País, describe así:

.Hay en el Juicio final, al lado derecho, un condenado de gran nariz, melena blanca y aire episcopal, que llama la atención por sus dos orejas de asno y una serpiente que, saliendo de las llamas, se enrosca a su cuerpo. Es el retrato de Biagio de Cesana, el que dirigió la protesta contra la desnudez de las figuras.

El Maestro de Ceremonias, lloró al verse retratado así. Asustado al verse como una encarnación del Demonio, temeroso y preocupado, se dirigió al Papa. Las lágrimas brotaban incontenibles.

-Su Santidad, dígale por favor al señor Miguel Ángel que me sque de tan horripilante cuadro- le rogó al Pontífice


No se sabe si como revancha, por respaldar al pintor o sólo por burlarse del prelado, Paulo III, le contestó de una manera ingeniosa pero poniendo la angelical cara de inocencia que debe caracterizar a un Papa:


-Nada puedo hacer, mi hijo querido. Si Miguel Ángel te hubiese puesto en el Purgatorio, de ahí podría sacarte, pues hasta ese punto tengo autoridad. Pero de manera lamentable te colocó en el Infierno y eso está fuera de mi jurisdicción. Y además, de allí no sale nadie- fue la respuesta de Su Santidad

El epílogo de la historia, lo colocó enseguida el periódico El País:

Y allí está todavía el desventurado Biagio de Cesana, con sus orejas de burro y el serpentón enroscado, maldiciendo, sin duda, la hora en que se le ocurrió vestir a la corte celestial.

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