Por: José Gabriel Coley Filósofo Universidad del Atlántico
Hacerse célebre sin ser nadie a costillas de un grande es muy común. Pero el sábado 6 de julio hubo dos en el partido que nadie quiere jugar la víspera de una final, llámese esta Copa América Brasil 2109. Contra los pronósticos el estadio Sao Pablo se llenó y, salvo los estúpidos, todos fueron a ver a Messi como atracción central del circo balompédico.
Para éste modesto escribidor el numero 10 de Argentina y del mundo, es un gigante que mide 1.69 cm de estatura y escasos 70 kilos de peso, que juega con un solo pie y que de remate es zurdo. Hábil con sus gambetas, filigramas y engaños. Mañoso, astuto y veloz con piernas, pero más en su pensamiento. Por haber realizado tantos milagros con el balón lo apodan el Mesías. Cuando prende la moto nadie lo detiene sino con faltas. En cada partido recibe cualquier cantidad de patadas, le dan codazos, lo tumban. Nunca se queja, ni grita, ni protesta en el campo. Se levanta, se sacude y sigue jugando sin rencores, más bien con compasión. Nada más contrario a un tal Neymar, que siempre está en el suelo, revolcándose como un gusano falso (Ver Brasil 2014, cuartos de final, gol de Yepes. Pero después 7 – 1).
Pero bien. En ese miserable partido de marras, al minuto 37 ya ganaban los gauchos 2 – 0 cuando Medel, jugador de apariencia simiesca y ojos embrutecidos, en una bola que incluso ya no estaba en juego, retorcido de la ira por la incapacidad de su equipo, arremetió con craneasos, hombros y pechazos contra el hombre que había alegrado las calles y las gradas del estadio de Sao Pablo.
Entonces vino lo que todo el mundo vio y vivió en directo y muchas veces en diferido. Aun pueden repetirlo. ¡Increíble! Un payaso peor que el “Chato” Velásquez, arbitrario y sin consultar al VAR, decidió impúdicamente expulsar no solo al peón victimario sino llevarse también de paso al alfil espléndido, dejando huérfano al espectáculo de una manera deplorable.
Entonces, ¿Para qué está el VAR? Yo por eso sigo prefiriendo al BAR.
P.D. ¡Salve Bolsonaro! Maricón. Ojalá y mañana haya un tercer Maracanazo
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