De la autora y su poemario – Por: José Gabriel Coley
Su padre la llevó el primer día de clases a la Universidad del Atlántico. Era una niña de 16 años y me decía papá Coley. Yo era el Decano además de recibirla en mis clases como primípara, y después. Pero ya tenía dientes, ladraba fuerte, pero no mordía. Eso se lo enseñó Nietszche, el poeta, que es más dinamita que Nietszhe, el filósofo. Aclaro: he hablado de dientes, ladridos y mordidas por la licencia que me permite el poema PALABRAS DE UNA PERRA que bautiza al primogénito literario de la filósofa DAYANA DE LA ROSA CARBONELL. En este medio mojigato, el título y la carátula del texto pueden sonar sugerentes, pero cuando el lector se encuentra con la perra invocada por la escritora la mirará humana, demasiado humana; con dignidad, ética y un comportamiento muy superior al de muchas mujeres de nuestra realidad que jamás aceptarían que les digan perras.
A mi juicio ese poema, sin ser una fábula, jalona a todos los demás y carga al mismo tiempo el libro entero, haciéndonos incluso recordar a otros cánidos. En carnavales me visto con una camiseta que en la parte delantera dice con letras grandes: “Todos los hombres no son perros”, pero en la de atrás afirma con letras más grandotas: “¡Yo sí!”. Una de las tantas amantes de Neruda en el poema ‘maligna’ llama a la progenitora del vate chileno, “madre de perros”. La ‘malpapeada’ de La ciudad y los perros es todo un personaje en esa novela de Vargas Llosa. “Un perro cenizo con un lucero en la frente” desencadena la historia de El amor y otros demonios de García Márquez. La perrilla de Marroquín, terminó por inmortalizarlo. No veo entonces la razón para que la perra tierna pero firme ideada por nuestra filósofa no pase igual a la historia. Yo sé que sobrevivirá a la crítica de mala leche que buscará convertirla en “un fantasma de pelos, ladridos y garrapatas”, como dice el poeta José Luis Hereyra. Sin embargo, ese horizonte de critiqueros ladrará muy lejos del rio, parodiando a García Lorca. Adelante Dayana, ya te atreviste (Aude). El mundo de la poesía te quiere así: así, con tus desparpajos, así, iconoclasta, pero también así, como suena el amor. De alguna manera yo te enseñé a no ser normal. El tiempo te espera, sigue tomando café, despacio, humeante y pensante, estoy seguro que ni Ciorán ni Baudelaire te abandonarán.
Barranquilla, enero 18 de 2019.
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