PROBIDAD, HONESTIDAD Valores y Principios.
En una oportunidad anterior en un diario local publicamos un artículo titulado “Valores y Principios de una Sociedad en Decadencia” en que nos referíamos a esa virtud como el hábito de obrar bien, independientemente de lo que preceptúen las leyes del hombre, guiándonos eso si, por la bondad de nuestro actuar y de conformidad con la razón natural, es el dominio de las pasiones de acuerdo a la moral y las buenas costumbres, que lo contrario, el vicio, es la falta de rectitud o el defecto moral en las acciones o el desenfreno de la concupiscencia, sin valores y principios no puede existir esa virtud. El tema toma vigencia hoy en día en esta agitada turbulencia de hechos propiciados hasta por altos funcionarios de gobierno y de instituciones tan respetables, como las que administran justicia y ejercen la acción penal en nombre del Estado, que precisamente deben ser direccionadas por personas probas y honestas. La Virtud de ser probo, de tener probidad está estrechamente vinculada con otras como la rectitud y la honestidad de una persona. Un individuo probo, por lo tanto, es honesto, honrado e íntegro. Quienes son probos actúan e acuerdo a las normas morales de la sociedad y respectan la Leyes, sin cometer delitos ni faltas éticas. La sociedad y en los individuos existen imágenes limpias y de mucha confianza cuando sus diferencia o controversias, están en manos de un juez un funcionario probo. Se le exige a los altos funcionarios judiciales y gubernamentales que actúen con probidad, que no comete ningún abuso, que no mientan ni incurran en delitos. Lo contrario a estos comportamientos es la corrupción, el abuso de poder, sobornos, etc. que implica un desvío de las normas morales y de las leyes. Todos los funcionarios públicos, de hecho, deben comportarse con probidad. El presidente de un país sus ministros. gobernadores que no tienen probidad puede quedarse con fondos públicos, aceptar coimas para beneficiar a una empresa o impedir que sus opositores políticos hagan uso de sus derechos.
Hemos visto hasta qué punto la falta de honestidad puede deteriorar la situación de un país. Es momento de reconocer que casi todos somos cómplices de actos de corrupción que nos parecen insignificantes: sobornar a un policía, robar la corriente eléctrica o pagar una coima para obtener un crédito de vivienda. Ese es el ejemplo que estamos dando a los hijos y el mundo que estamos destruyendo para ellos. Por el bien personal de los adultos y de los pequeños elijamos siempre el camino correcto, aunque tome más tiempo, dinero y esfuerzo. La honestidad es un valor moral positivo vinculado a la verdad y a la transparencia, y es lo contrario a la mentira, la falsedad y la corrupción. Ser honesto es tener una actitud acorde con la verdad en nuestras relaciones con los demás, incluyendo nuestra familia, amigos, compañeros de estudio o de trabajo, vecinos, y todas las personas con las cuales nos relacionamos de una u otra forma. No solo es un valor que debemos ejercer sino también es un valor que debemos exigir de los demás. La honestidad es la base para otros valores que se desprenden del ser honesto, por ejemplo, ser leal, actuar razonablemente, ser justo. El ser honesto supone no tener contradicciones entre lo que se piensa, se sienta y se haga. Desde este punto de vista, la honestidad es el valor positivo que se contrapone al valor negativo de la hipocresía. Una de las cualidades que más buscamos y exigimos de las personas es la honestidad, pues es indispensable para que las relaciones humanas se desenvuelvan en un ambiente de confianza y armonía. Garantiza respaldo, seguridad y credibilidad en las personas. Es uno de los valores de mayor importancia en un individuo porque además de hacerlo una persona confiable, la honestidad lo vuelve saludable y vive armónicamente con su propio entorno y con el de los demás. Cuando un ciudadano a llegado a cargos de dirección, de manejar o administrar las cosas y bines del estado o de las personas, de administrar justicia esa exigencia social de probidad, honestidad, valores y principios debe ser mayor por las consecuencias que implicarían su mal proceder o hábito de no obrar bien, y por tales razones no debería desempeñar tales tareas y apartarse de ese cargo, por el gran daño que le causa a las instituciones que regenta, a la sociedad y al país.
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